Ya en el boletín económico del Banco de España,
correspondiente a abril de 2006, recoge el artículo titulado “Algunos rasgos de
la supervivencia de empresas en España”. En el mismo se estudian las variables
que se considera pueden influir sobre la probabilidad de supervivencia de las
empresas. Entre ellas: tamaño inicial; características del sector en el que la
nueva empresa desarrolla su actividad; situación macroeconómica general; edad
de las empresas; así como la estructura financiera de las empresas en el
momento en que inician su actividad económica.
Del citado estudio se desprende que un mayor tamaño inicial
de la empresa favorece de forma importante su supervivencia. Dada la elevada
tasa de mortandad de las empresas españolas (según el Consejo Superior de
Cámaras de Comercio, aún siendo positiva la variación neta del número de
empresas –el nacimiento de empresas es superior a la desaparición- la mortandad
se sitúa muy por encima de otros países de nuestro entorno: el primer año
desaparece un 20% de las empresas, el segundo año el 15% y el cuarto año casi
un 12%), la conclusión podría ser que las restricciones financieras pueden ser
la cusa de que las empresas inicien su actividad con un tamaño inferior al
considerado como óptimo.
Parece lógico, pues el comenzar una empresa con un “colchón
financiero” lo más elevado posible, hace que la compañía, cuya supervivencia se
ve más amenazada en los primeros años de actividad, sufra menos los vaivenes
del mercado, la competencia, etcétera.
Las restricciones de financiación, propias de los momentos
iniciales de las empresas (menor capacidad de endeudamiento o incluso ausencia
de éste; poca financiación propia, etcétera), puede ser, por lo comentado
anteriormente, la causa por la que las compañías comiencen su aventura con un
tamaño “inferior al óptimo”.
La estructura financiera de las empresas –relación entre los
recursos propios y los ajenos- es otro de los aspectos en los que nos vamos a
detener a la hora de estudiar los momentos iniciales de las empresas.
Del citado estudio se desprende que las situaciones extremas
no son aconsejables. Los ratios de endeudamiento muy altos, que implican una
mayor importancia de las deudas o financiación ajena, o muy bajos, que denotan
que prácticamente todo está financiado con recursos propios, no hacen sino
aumentar la probabilidad de que la empresa desaparezca en los primeros
ejercicios de actividad.
Lo ideal, en estos momentos iniciales, seria dirigirse a
ratios cercanos a la unidad, donde los recursos ajenos y propios se reparten en
un cincuenta por ciento. Posteriormente, una vez asentada la compañía, se
pueden estudiar los beneficios de financiarse con otras tasas de participación.
Esta decisión deberá basarse en el sector de actividad en el que se mueve la
empresa, para saber si su ciclo de maduración es largo (va a necesitar más
tiempo para recuperar sus inversiones), o corto (las inversiones se recuperan
rápidamente. Ello dará lugar a mayores o menores necesidades de financiación y
su estructura (recursos ajenos y recursos propios), sabiendo que los recursos
ajenos, aunque con un coste explícito, cuentan con la posibilidad de desgravar
los intereses pagados; y que los recursos propios también tienen un coste, en
este caso implícito, que también hay que calcular y comparar. Por lo tanto, los
costes efectivos de una y otra fuente de financiación también serán un criterio
de decisión. Por último, saber que las deudas hay que devolverlas, pues son
compromisos adquiridos por la empresa, mientras que los recursos propios no
implican ninguna devolución.
Como conclusiones más destacadas, se podría terminar
apuntando que aquellas empresas cuyo tamaño inicial fuera mayor cuentan con más
probabilidades de sobrevivir en el mercado. Adicionalmente, la estructura en
que la compañía se financia es un aspecto clave de su supervivencia. En este
sentido, mayor proporción de capitales ajenos favorece la supervivencia de la
empresa, siempre y cuando no se encuentre excesivamente endeudada, en cuyo caso
pone en peligro su continuidad.
Los emprendedores deberían tener en cuenta estas
conclusiones a la hora de estudiar la viabilidad y puesta en marcha de sus
ideas.
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