miércoles, 21 de diciembre de 2011

Inhumana gestión de Recursos Humanos

No sé si es por la crisis, o política generalizada en cualquier momento, pero las empresas están aprovechando la situación actual para exprimir a sus trabajadores. Digo las empresas, pero en realidad se trata de sus directivos, muchos de ellos con la única virtud de haber contado en su momento  con un buen enchufe (networking según jerga políticamente correcta) y con la excusa de rendir cuentas a los accionistas, hacer y deshacer a su antojo, sin pensar en personas, situación real de las compañías u otras cuestiones importantes.
Sé que hay muchas empresas que lo están pasando mal, muy mal. Y para poder sobrevivir deben ajustar plantillas, o repartir el trabajo que hay entre el número de empleados con la consiguiente rebaja de salario. Bien, estas son actitudes muy loables, tanto para quien las propone como para quien las acepta.
El problema está en las empresas que ganan dinero, mucho dinero (a la vista de los dispendios existentes de los propios directivos así debe ser) que aprietan las tuercas en el trabajo a sus inferiores, planteándoles rebaja de sueldo o despido en caso de no aceptación, aprovechándose que esas personas no pueden perder el único sustento que tienen.
Muchas veces he estado a favor de la reforma laboral, de la flexibilidad del mercado laboral. Lo sigo estando pues creo que es una reforma necesaria en España. Pero no puedo estar a favor de ésto, que no forma parte de esta reforma.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Cumbre europea: ascensos sin llegar a coronar

Publicado en El Economista, el 12/12/2011

Ha terminado la cumbre europea y sus conclusiones giran en torno a cuatro puntos fundamentales. A saber: se establecen una serie de reglas fiscales que permitan mantener la deuda pública bajo control, normas que deben incorporarse a la legislación nacional de cada Estado miembro.

En segundo lugar también se señalan las sanciones, automáticas, en caso de incumplimiento de los anteriores principios. En tercer lugar, se crea un fondo de rescate permanente, cuya gestión corresponderá al Banco Central Europeo (BCE). Por último, se realizará un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI).

¿Éxito o fracaso?

¿Ha sido un éxito o un fracaso esta cumbre europea? La verdad es que sólo el tiempo será capaz de responder a esta cuestión. Sin embargo, si bien no cabe duda de que se han dado pasos positivos en el sentido de conseguir un modelo estable de la eurozona, no se han establecido mecanismos que acaben con las tensiones en las primas de riesgo de la deuda periférica.
La obligación de incorporar el límite de déficit del 3% en las legislaciones nacionales ayudará a conseguir la ortodoxia fiscal, una disciplina presupuestaria impuesta que justificó muy bien el ministro francés de Finanzas: en las condiciones actuales, "reducir nuestro endeudamiento supone recuperar plenamente nuestra soberanía". Igualmente se ha añadido un tope de déficit estructural, definido como aquél que es independiente del ciclo económico, del 0,5%, junto a un mecanismo de sanciones que se pondrá en funcionamiento de forma automática cuando algún Estado miembro no cumpla sus compromisos y cuya deuda se eleve por encima del 60% del Producto Interior Bruto.
En este punto, los interrogantes se producen en torno a la posibilidad de que alguno de los países no sea capaz de incorporar a su legislación estos límites, o que el proceso para hacerlo se eternice (en caso de que se tenga que someter a referéndum). Del mismo modo y tal y como hemos señalado en otras ocasiones a través de estas páginas, el énfasis en el ajuste podría dificultar la aplicación de las reformas estructurales imprescindibles para aportar lo realmente necesario en este momento: crecimiento económico.

Integración política de la UE

También hay que resaltar la lentitud en ofrecer resultados que tendrían estas medidas. Sin lugar a dudas, otra de las cuestiones que se debe aún concretar es la verdadera integración política de la Unión Europea. Una toma de decisiones única, más rápida, con unas instituciones comunitarias más ágiles, autónomas y realmente integradas. Y esta parsimonia va en contra de lo perentorio, que no es otra cosa que la tormenta actual en los mercados financieros sobre los títulos de deuda soberana y sus repercusiones sobre el resto de valores europeos (los de las entidades financieras principalmente).
¿Qué se puede hacer en este aspecto? Las decisiones adoptadas en cuanto al establecimiento de un fondo de rescate permanente o la aportación al FMI representan pasos positivos (aunque un rescate por parte de este organismo puede que no sea la mejor alternativa), pero no parecen ser suficientes. Hacen falta más medidas para frenar la volatilidad de las primas de riesgo. Descartada, al menos por ahora, la emisión de bonos europeos, queda poco por hacer, salvo utilizar realmente al BCE como prestamista en última instancia o permitir que compre títulos de deuda en el mercado con el objetivo de estabilizar sus rentabilidades.
La creación de los euros necesarios para que los países hagan frente a sus deudas tendría un efecto inflacionario, lo que va en contra de sus objetivos de política monetaria. La compra masiva en el secundario fue en principio sugerida, aunque luego desmentida, por el propio Draghi. Está claro que el BCE espera que la ortodoxia fiscal acabe por tranquilizar a los mercados, de forma que no sean necesarias ninguna de estas medidas que acaban monetizando la deuda.
Por lo tanto, lamentablemente habrá que seguir esperando. Y lo peor es que el tiempo, lo llevamos diciendo también desde hace mucho, va en nuestra contra.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Bomberos pirómanos

Bomberos pirómanos
Publicado el 18/10/2011 en El Economista
Aún no se conocen en su totalidad las líneas maestras del plan de recapitalización de la banca europea que mantiene en vilo a estas entidades. Y precisamente son los principales encargados de mantener la calma y generar confianza en los mercados los causantes de avivar el fuego de la incertidumbre.
El pasado fin de semana, Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, señaló que los países miembros de la Unión están cerca de un acuerdo sobre un “plan muy serio” para reforzar las entidades financieras y ayudar a contener la crisis fiscal, sin indicar nada concreto y dejando los detalles para los próximos días. Pero está siendo esta tardanza en la toma de decisiones, como ha ocurrido en muchas ocasiones anteriores,  una nada desdeñable fuente de riesgos y tensiones.
Esas tensiones vienen provocadas por lo que se va revelando en cuanto al contenido de esa “hoja de ruta”. A saber, que la Autoridad Bancaria Europea planea incrementar las exigencias de capital en el conocido como Tier 1 (fondos propios de máxima calidad) hasta el 9%; que el tratamiento de la deuda soberana no va a computar en esta partida, pues se baraja cierta devaluación para estas carteras; que el momento para recapitalizar puede que no sea el más oportuno; y que cada vez parece más probable la implantación de una tasa a este tipo de instituciones.
En primer lugar, el momento, no es el más oportuno por dos razones: por la propia recapitalización de las entidades financieras, que deben acudir a un mercado poco líquido, con falta de recursos financieros y en el que van a encontrar serias dificultades para acceder a nuevos fondos en condiciones “normales” de coste. Además, el competir en el mercado por liquidez para financiar los nuevos requisitos de capital detraerá esta liquidez al resto de empresas no financieras (grandes, pymes y autónomos) en un momento en que lo ideal fuera que cumplieran su objetivo fundamental, financiar la actividad productiva, tan necesitadas como están todas las economías por incrementar su crecimiento.
La rebaja de la ponderación como capital básico de la deuda soberana, haciendo que estos títulos no computen como de máxima solvencia tampoco es baladí. Primero, porque se trataría de cambiar las reglas del juego una vez comenzada la partida. No hay que olvidar que muchas entidades han comprado deuda de sus respectivos estados, ayudando a financiar los déficit, pero con la contrapartida de no tener que provisionar una poco probable devaluación de sus valores, pues siempre se han considerado como activos libres de riesgos. Además, en la mayoría de las ocasiones y más en los últimos meses, esta financiación no ha sido realizada de forma voluntaria. Si esto finalmente se produce, muchas entidades no ayudarán a financiarse a los países, al menos no de forma estrictamente voluntaria, lo que complicaría aún más la situación.
Y sobre la tasa a las entidades financieras, pues más de lo mismo. Ya lo hemos comentado en ocasiones anteriores: se incrementarán los costes de financiación de los clientes de activo de la banca (o se disminuirá la rentabilidad de los clientes de pasivo), pues esta repercutirá en sus operaciones todos los conceptos de coste, con el resultado de constreñir aún más el crédito, no sólo porque no haya dinero, que no lo habrá, sino porque el que exista será más caro.
Y si el anterior panorama fuera poco desalentador, una “reputada” agencia de rating acaba de anunciar que el sistema financiero español lo va a pasar aún peor. Cuestión que a tenor de lo comentado parece lógico, aunque eso sí, ahora ya oficial.
La verdad es que existirá mucha gente que esté contenta de que los bancos lo pasen mal, pero si este tipo de entidades atraviesan por dificultades, peor lo pasarán el resto de agentes (empresas no financieras, autónomos y familias). Aquí habría que aplicar una máxima: si quieres que todo –en una economía- funcione, que funcionen los bancos, que les vaya bien (como institución, no a sus gestores), pues eso movilizará recursos, inversión y, por ende, crecimiento.
Si realmente se quiere acabar con todos los problemas, en lugar de complicarle la vida a los bancos con más regulación (lo que hay quehaceres mejorar la supervisión), la solución está muy clara: eliminar el déficit público. Lo difícil en este caso, ya no es cómo hacerlo, sino que quien debe poner las medidas necesarias se atreva a hacerlo.