miércoles, 12 de diciembre de 2012

¡Esto es un cachondeo!

Estoy hasta las narices de lo mal que funciona, casi todo, en este país. Y la justicia no es igual para todos. Los políticos, banqueros, grandes empresas, etc., no la cumplen sistemáticamente.
Por ejemplo, llevamos ya una semana en casa sin calefacción (es eléctrica) porque Gas Natural Unión Fenosa vino a hacer "no sé qué" en el contador y nos ha dejado sin podernos calentar.
Hemos tenido que irnos de nuestro propio domicilio, alquilar una casa (y no me la alquilan por días claro, y como no sé cuándo se va a solucionar ...), para evitar que mi niño de tres años enferme, y la respuesta es que eso no es urgente, que pueden tardar hasta 15 días o más. Y luego tu tardas 15 días en pagarles y te meten en un listado de morosos. La justicia no es igual para todos.
Hemos puesto una reclamación en la Cosejería de Inductria de la Comunidad de Madrid, pero: primero, se la trasladan a Gas Natural Unión Fenosa y pueden tardar hasta seis meses en responder (luego no soluciona nada), segundo, sólo sirve para trasladar reclamaciones o quejas, por lo que el servicio en sí no sirve para nada (ya lo sabía por un caso anterior, pero esto lo corrobora), salvo para dar trabajo de mover papeles a unos cuantos funcionarios, tercero, sólo en el caso de que algún técnico (nadie de la CAM ha ido irá a revisar o comprobar el problema) lo considere, se lo pondría una infracción, pero conociendo la justicia, ya sé dónde quedará esa multa, si la hay.
Por nuestra parte hemos incurrido ya en varios costes: el electricista que vino a casa para cmprobar que nuestra instalación estaba bien y no era culpa nuestra; el depósito por el alquiler de la csa a la que nos hemos tenido que mudar (aunque no sea urgente para Gas Natural Unión Fenosa, para nosotros no tenr calefacción con un niño de 3 años en diciembre sí es un problema), y los meses (espero que no muchos pero hasta la fecha no se conoce el desenlace) que tendremos que estar fuera.
Y si luego lo quisiera recuperar, costes de abogados, procuradores, tasas, fiscales, jueces, etc... para una justicia un poco lente y que seguramente no sea ni justa.
En fin, que cada vez cobra más fuerza la opción de irnos fuera de España a vivir y que se financien medinte los impuestos de otros políticos, cargas adedo, maleantes de la carcel viviendo con calefacción, vagos, vividores de subvenciones, estafadores, corruptos y demás, que la lista es mucho más larga.
Decía alguien que quien hablara mal de España era un delincuente. Los delincuentes son los que nos hacen hablar mal de España con razón.

martes, 11 de diciembre de 2012

¿A quién creer?

Publicado en todas las cabeceras del grupo VOCENTO (Diario Montañés, Norte de Castilla, Diario de Extremadura y Las Provincias), el 11 de noviembre de 2012.

La cuestión ya no es si debemos creer más lo que uno afirma, y que se contradice con las declaraciones de otro. El asunto es que los políticos, en general, van a un ritmo completamente diferente al de empresas y consumidores y, por tanto, su visión de la realidad no se ajusta plenamente a lo que cualquier mortal “padece”.
La anterior afirmación viene al hilo de escuchar esta misma semana declaraciones de responsables políticos de diferente pelaje como Almunia o De Guindos, en el sentido de que la crisis ya está siendo superada, argumento que se contradice con algunos datos como el crecimiento negativo (recesión para entendernos, porque crecer de forma negativa resulta bastante complicado) que sufre España, o las previsiones de algún servicio de estudios de una entidad financiera que señalan a un incremento en el número de parados (y en nuestra opinión, todo el mundo puede comprender que si eso se acaba finalmente produciendo, no será indicador de nada bueno).
Está claro que, en la mayoría de las ocasiones, los políticos intentan vendernos una realidad edulcorada, seguramente para que no suframos, apoyando esos argumentos, siempre positivos, en algunas estadísticas que -como no todo puede ir mal- muestran señales de recuperación. Pero no dejan de ser más que eso, señales, que no nos guiarán al final del abismo si no se siguen realizando las reformas oportunas, algunas tímidamente iniciadas (mercado laboral, sector financiero), otras a la espera de acometerse (administración pública, o en plural, si lo prefieren).
De ahí la afirmación del tempo diferente del político que, eso, intenta ganar espacio al calendario para ver si todo se soluciona por el mero paso de los días, frente al resto de las personas o empresas, a las que el día a día les consume y sólo quieren una solución, inmediata, a sus problemas.
Pues nosotros no nos creemos ni a uno ni a otro, porque además nos da igual. Y ese es nuestro consejo para todos. Lo que tenga que ser, será. Y da lo mismo si ahora estamos saliendo o seguimos entrando. Lo importante es lo que cada uno de nosotros podemos hacer para que nuestra situación personal mejore y, desde ahí, que todo el país salga adelante. Sólo con un esfuerzo y un cambio de actitud por parte de todos, la recuperación / salida / salvación / crecimiento, será posible.
Es la hora de los políticos valientes, de los empresarios arriesgados (que no osados), de los trabajadores decididos. ¿Nos creen?

jueves, 22 de noviembre de 2012

En un mundo ideal ...

En un mundo ideal, Papá Estado ejercería como tal y, buscando lo mejor para el futuro de sus retoños, les reduciría la paga para que “se buscarán la vida”: se reduce la prestación por desempleo en su cuantía, no en su duración, que de hecho se incrementaría, salvo excepciones, de forma que el aliciente no fuera cobrar el paro, sino buscarse los ingresos suficientes para acomodarlos al nivel de vida que cada uno desee.
En un mundo ideal, los trabajadores no pagarían la pensión del jubilado, sino que cada uno crearía su fondo de pensiones –público y/o privado- y cobraría en su retiro en función de lo aportado a esa hucha propia: pasamos de un sistema de reparto (que es un sistema piramidal) a otro de capitalización, mucho más justo y sostenible.
En un mundo ideal, la política no sería una carrera, sino un premio a una vida profesional llena de éxitos que daría como resultado la llamada de tu país para que cada uno aplicara su experiencia en beneficio de todos, que sería una honra para esa persona y que no respondería a la misma para enriquecerse, sino porque es un orgullo poder estar en esa situación: los políticos con esa motivación no se guiarían por un calendario electoral y unos objetivos únicos de mantenimiento de la poltrona.
En un mundo ideal, si los gastos del Estado se redujeran (porque las prestaciones por desempleo y pensiones anteriores son menores o inexistentes; porque el gasto suntuario e innecesario de políticos, asesores, interinos, senadores, muchos –o todos- sobrantes, desaparece; así como una administración única que tuviera menores costes que 17 estructuras que no aportan eficiencia al sistema; y muchas cuestiones similares más), se ajustarían los ingresos públicos, procedentes en su mayoría de impuestos, a ese menor gasto, de forma que se reducirían drásticamente.
En un mundo ideal, las entidades financieras se dedicarían a su labor de conseguir que la mayor cantidad de dinero ahorrada estuviera a disposición de todos aquellos que lo necesitasen con las mejores condiciones posibles, funcionarían como un sector auxiliar de la economía real y no buscarían, especulando, crear riqueza donde no existe: reforma del sector financiero encaminada a que todas las entidades financieras se dedicaran a lo que es su negocio tradicional, o al menos separando dichos negocios tan diferentes para evitar el contagio entre ellos.
En un mundo ideal, con unos consumidores con mayor renta disponible por la reducción de su carga impositiva, buscando activamente trabajo si no lo tienen, adaptándose a las exigencias del mercado y trabajando en cualquier lugar (movilidad geográfica), casi de cualquier cosa (movilidad funcional, no se asusten), la demanda crecería, lo que haría que unas empresas menos ahogadas por trámites y tasas, en ese mundo ideal, intentaran aprovechar ese incremento del mercado contratando más gente (lo que implicaría que ese “trabajar casi de cualquier cosa” estaría correctamente remunerado a las exigencias y cualificación requerida por el puesto); o incluso se crearían nuevas empresas por parte de esos emprendedores con visión que intentarían aprovechar las nuevas oportunidades, aquí o en cualquier lugar del mundo, porque en ese mundo ideal, los trámites, financiación y bonificaciones estarían encaminados a facilitar ese proceso.
¡Qué pena que todo esto, y algunas cuestiones más, sólo queden en el mundo de las ideas!

jueves, 8 de noviembre de 2012

Un paseo en bici

Aunque mi primera intención al crear este blog era no sólo centrarme en cuestiones económicas (así lo atestigua el nombre del blog), la verdad es que el día a día no me lo ha permitido. Sin embargo, enmiendo mediante esta entrada este error y prometo subsanarlo más a menudo en el futuro.

Crónica de la Salida Oficial del Club Ciclista Hortaleza del 8 de enero de 2012
¡Feliz Año a todos!
Aunque no ha sido la primera ruta oficial del año, sí que se ha constituido como aquella en la que más compañeros hemos salido en este principio de año, aproximadamente unos veinte. Los primeros kilómetros se han aprovechado para hablar de los objetivos y metas que nos planteamos para esta nueva temporada. Palabras como “Quebrantahuesos”, “Lagos” o similares, han sido muy escuchadas en los primeros minutos. Éstos también han servido para conocer últimas novedades de las vidas de nuestros compañeros y, en este sentido, hemos conocido la pésima noticia sobre nuestro amigo Jesús. Desde aquí le enviamos un fuerte abrazo y mucho ánimo, para él y toda su familia.
Sin olvidarnos de él, pasamos a temas menos transcendentes y comentar la crónica de la etapa. Y la verdad es que es muy fácil: fuimos a Valdetorres y volvimos. Estas últimas salidas están siendo un poco monótonas en cuanto al recorrido, llano como es normal por las alturas de la temporada en la que nos encontramos. Pero como no creo que me dejen mis compañeros que esta crónica se acabe aquí, vamos a repasar, desde mi punto de vista –que es la cola del pelotón- algunas incidencias.
Nada más salir del túnel de Barajas-Paracuellos, tras esos minutos de cortesía que he comentado anteriormente, el ritmo empieza a subir. Nos vamos acomodando a nuestro lugar natural dentro del grupo, pero justo antes de comenzar la autovía, Manuel Aguilera pincha (una rueda, se entiende, que Manolo es muy fiable). Aunque lo avisa, así como otros compañeros, con la finalidad de que se reduzca la marcha y pueda reintegrarse más fácilmente en el pelotón, los sordos continúan a buen ritmo, mientras que los que vamos mejor de oído levantamos el pie. Aunque pensándolo bien, no lo teníamos que haber hecho, pues en cuanto se le cambió la rueda, la “locomotora Manolo” se puso en marcha y, como un rodillo, pasó por encima de mí dejándome descolgado en su afán, muy loable, de alcanzar al grupo cabecero. Tonino, que pensando que la reparación iba a ser más lenta, paró a hacer “sus cosas”, también se quedó descolgado conmigo. Afortunadamente, el conductor eterno, Sebas, muy pendiente de estos detalles, aceleró para avisar de esta situación al grupo de Manolo, que muy amablemente nos esperó. En ese momento, con sólo dos grupos (no es habitual este grado de concentración), comenzó la persecución. Los buenos, por delante, no sé si por condescendencia o porque sí, levantaron la marcha y, poco antes de terminar la autovía, el pelotón agrupó a todos sus elementos. Buen ritmo, muy bueno, hasta que giramos en el cruce de Torrelaguna y allí me vuelvo a quedar (esto es la factura de los kilos de estas fiestas que me harán pagarla en incómodos plazos de, como mínimo, cuatro salidas oficiales), para, en la subida a Valdetorres hacer un dúo muy dinámico con Paulino hasta llegar al merecido desayuno. Allí una agradable sorpresa en forma de visita de Jesús. Nos abrazamos y nos interesamos por él. Quedamos para tomar una caña cuando finalicemos la etapa y nos subimos de nuevo a la burra.
La vuelta no tuvo ningún incidente gracias a Dios. Fue muy rápida, eso sí, y todos al llegar a la caña comentamos la media tan alta que habíamos conseguido. Aunque con alguna disparidad, una media de 31 km/h, que para mí es un logro.
Jesús nos puso al día de su situación. No hay que dar más detalles. Con el ánimo un poco alicaído, invité a los que se quedaron por mi cumpleaños y nos despedimos hasta la próxima salida, con el mismo recorrido que ésta pero seguro que con otras anécdotas muy interesantes para todos los amantes (y sufridores) de este deporte de la bici.
Un fuerte abrazo a todos.

lunes, 22 de octubre de 2012

En fin de semana caerá la noticia

Hace aproximadamente dos semanas todo parecía apuntar a que España solicitaría el rescate durante el fin de semana. Como viene sucediendo con este tipo de noticias, se elegiría ese momento en que los mercados no están abiertos para no perjudicar a unas bolsas muy nerviosas. Sin embargo, en este inicio de nueva semana, tras la reunión del Eurogrupo, todo parece haber cambiado: todos los estamentos oficiales, nacionales y comunitarios, esgrimen los mismos argumentos para justificar que España no está bajo presión de pedir el rescate, alabar las reformas emprendidas y animar a continuar por ese camino para finalmente conseguir el cumplimiento del objetivo del déficit.
El punto de la discordia entre este discurso y las expectativas del mercado se encuentra en los excesivamente altos tipos de interés a los que la economía española se está financiando. El propio Fondo Monetario Internacional estima que España debería tener una prima de 200 puntos básicos con Alemania en base a los fundamentales que ambas economías presentan. Pero, y ahí está la discrepancia, el mercado piensa que esa evolución a la baja de la prima de riesgo sólo es factible mediante una intervención contundente del Banco Central Europeo, y ésta no se llevará a cabo en tanto no sea solicitada por el gobierno español, mientras que los poderes políticos creen firmemente que esa ayuda no será necesaria. El propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha declarado que sólo solicitaría el rescate en el caso de que la prima de riesgo superara los 600 putos básicos, dejando la financiación de nuestra economía en niveles ciertamente insostenibles.
En nuestra opinión, Bruselas está ganando tiempo, como siempre, intentando que las cuentas públicas -sobre todo-, y el inicio de una senda de recuperación -menos identificable en estos momentos-, dejen en una mejor situación los datos sobre España y, no lo olvidemos, Italia, para cuando Europa se enfrente al mayor problema que ahora mismo tiene encima de la mesa: Grecia.
Aunque el propio Eurogrupo se encuentra dividido entre posturas como la alemana, más flexible para con el país heleno, o la holandesa, muy exigente en cuanto al cumplimiento de los acuerdos establecidos, parece clara la necesidad de dar una solución definitiva al drama griego, que si finalmente acabara con la salida del euro de este país, implicaría un ataque especulativo a las siguientes fichas del dominó, pero que no tendría éxito si finalmente se consiguen cuadrar cuentas y recomponer la situación económica a unos niveles resistentes a dichos ataques.
Si al escenario anterior le añadimos las nuevas previsiones de crecimiento mundial recientemente publicadas por el Fondo Monetario Internacional, en las que incrementa la tasa de decrecimiento para España frente a las anteriores previsiones (-1,5% para 2012 y -1,3% para 2013); o que el mismo organismo piensa que los objetivos de déficit público de España para 2012 y 2013 se superarán colocándose en el 7% (6,3% objetivo del Gobierno) y el 5,7% (4,5%), todo parece indicar que, como en anteriores ocasiones, es el análisis del mercado el más acertado y que lo inevitable sólo ha ganado alguna semana más. Veremos qué ocurre la próxima madrugada del sábado a domingo.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Vuelve la atención sobre España

Publicado en El Economista el 27/09/2012

Gran parte de la atención, y tensión, que se respira en los mercados internacionales se concentra en España y su situación. La razón hay que buscarla en varios acontecimientos que, unos más tarde, otros más temprano, tendrán lugar, esperemos que con decisiones acertadas por parte de los responsables.
El primero de ellos es la presentación esta misma semana de los Presupuestos Generales del Estado. Están siendo muchas las filtraciones sobre cuáles serán las partidas que más sufran los recortes, o cuáles no se verán afectadas. Sin duda es un tema candente, pues de ello dependerá la credibilidad de lograr cumplir con un objetivo de déficit seguramente ya poco creíble por los analistas. La medida anunciada de rebajar en un veinte por ciento los presupuestos de cada uno de los ministerios, viene acompañada del aumento del uno por ciento de la partida dedicada a pensiones. Nuevo foco de tensión al no reducirse gasto estructural a favor de inversiones productivas. En cualquier caso, la solución no puede venir por la subida, aún más, de los impuestos, aunque algunos así lo soliciten, sino por la realización, de una vez por todas, de las tan necesarias reformas estructurales.
El segundo punto de atención se encuentra en la valoración de las necesidades de capital de los bancos, poniéndose en duda la verosimilitud del resultado de las auditorías. Punto crucial éste también para dar por zanjada la enésima reforma de nuestro sistema financiero.
Por último, las numerosas apuestas sobre si el gobierno solicitará finalmente la compra de nuestra deuda por parte del Banco Central Europeo, o sobre las condiciones finales de lo que se viene llamando el “rescate light”.
Cuestiones todas que impiden que la tan comentada prima de riesgo no logre relajarse más. Y es que todos los temas están estrechamente relacionados: la deuda pública y su efecto en el cumplimiento del déficit está ligada a la ayuda al sector financiero, pues mientras no se haga realidad la posibilidad de que los fondos europeos puedan financiar directamente a los bancos, esta inyección de liquidez no servirá sino para alejarnos aún más del cumplimiento del déficit.
Por si fuera poco, la agencia de calificación Moodys ha publicado un informe en el que alerta sobre la posibilidad de rebajar los ratings de las eléctricas españolas como consecuencia del proyecto de ley con nuevas medidas de carácter fiscal, proyecto que trata de hacer frente al problema más importante que tiene actualmente el sector eléctrico en España, lo que se conoce como déficit tarifario, que a diciembre de 2011 alcanzaba los veinticuatro mil millones de euros; pero que sin embargo lo hace sin afrontar la reforma energética necesaria y sólo lo intenta paliar modificando la fiscalidad de la generación energética.
El riesgo de rebaja de calificación no se centra únicamente en empresas eléctricas, sino que se plantea también sobre todo el Estado español, haciéndole llegar a grado especulativo. Un hecho éste que implicaría una subida vertiginosa de la prima de riesgo sin ningún género de dudas.
En definitiva, España de nuevo protagonista, muy a nuestro pesar, del volátil entorno internacional.

martes, 24 de julio de 2012

Enseñanzas de la empresa al Estado

Supongo que los defensores a ultranza de lo público no estarán muy de acuerdo con las afirmaciones que nos aprestamos a defender, pero a veces, muchas veces, la gestión privada, la empresa, enseña buenas prácticas que el Estado debería tener muy en cuenta e implantar, si fuera posible.
Estas reflexiones propias, ya antiguas, nos han vuelto a la cabeza tras las decisiones recientes de varias empresas españolas de reducir los precios de sus artículos y servicios, comercializando tales decisiones como algo solidario, pero buscando además su reflejo en un más que realista incremento de las ventas y, por qué no, buscando nuevos clientes o nichos de mercado.
La enseñanza que el Estado puede obtener de esta medida guarda relación con el incremento -es muy posible que necesario- de los impuestos, tanto directos como indirectos, lo cual puede dar como resultado, paradójicamente, un descenso en la recaudación.
Sin embargo, si se reducen los impuestos (y se busca más la racionalización del gasto público en lugar de incrementar los ingresos en un momento poco propicio), la consecuencia es un aumento de la renta disponible de los ciudadanos, a lo que si además se acompaña una transmisión de confianza (en lugar de cambiar, desdecir y desmentir una y otra vez las decisiones a tomar), se puede traducir en un incremento del consumo. Es precisamente la demanda lo que nos puede sacar de esta situación, pues de ella depende que las empresas, en su intento de satisfacer ese incremento, aumenten su oferta, amplíen plantillas e inviertan en crecimiento (para ello también es necesario que exista posibilidad de financiarlo). No cabe duda que la mayor actividad implicará una mayor recaudación, vía impuestos indirectos que gravan el consumo, o directos (sociedades y renta) que gravan ingresos. Pero no sólo eso: la creación de más puestos de trabajo implicará menores pagos por prestaciones de desempleo (menor gasto público) y mayores cotizaciones sociales (menor déficit o superávit de la Seguridad Social). ¿Cuál es el problema? La necesaria rapidez en la respuesta de las medidas, dado lo acuciante de la situación y la premura que nos exige Bruselas. Un aplazamiento realista a las exigencias impuestas sería lo necesario para implantar estas medidas que estamos señalando, más lentas para tener un reflejo positivo pero que son también la base para un crecimiento sostenible en el tiempo.
El Gobierno se esta equivocando al trasladar todo el esfuerzo al consumidor, haciendo precisamente que éste deje de consumir –por desconfianza o por simple imposibilidad- haciendo que la actividad se reduzca gravemente y convirtiéndose en mero contribuyente, y además muy castigado.
Y ya puestos, otras enseñanzas que “lo público” podría tener de las empresas privadas sería la de considerar, realmente, a la ciudadanía como un cliente (no olvidemos que en inglés, funcionario se traduce como civil servant, muy gráfico), lo cual requeriría una ampliación de los horarios de los servicios a los ciudadanos (se acabaría con las colas de espera en sanidad y justicia), o no cerrar en vacaciones (dejando sin servicios al contribuyente durante un mes o más), menos ahora que todos tenemos que hacer un esfuerzo para salir de esta situación.

lunes, 2 de julio de 2012

La insoportable lentitud de Bruselas

Publicado en El Economista, el 7 de mayo de 2012

Los políticos son de natural lentos en sus decisiones, no porque se tomen mucho tiempo en sopesar lo eficaces que serán sus respuestas -solo hay que echar un vistazo a las desacertadas, además de increíblemente improvisadas medidas de los últimos años-, sino porque lo que evalúan, si realmente existe esta fase, es el efecto que tendrán las mismas en el número de votos futuro. Si además, al nombre de político le añadimos el apellido comunitario, la parsimonia se hace intolerable. Más si cabe si sus tardas respuestas son evaluadas por los vertiginosos mercados.

Todo lo anterior para comprobar ahora que, ¡por fin!, se han dado cuenta de que la clave para superar esta eterna crisis radica en el crecimiento. Y eso que muchos fuimos los que avisábamos de la necesidad del más que probable cambio desde hace ya mucho tiempo (por ejemplo en nuestra colaboración "Es el crecimiento, estúpido" publicado en este mismo diario el pasado uno de noviembre de 2011).
Este posible giro en la política económica del viejo continente es fundamental, lo recalcamos, pero no debería ser incompatible con el actual monotema de nuestros dirigentes, lo que ellos llaman austeridad, y que nosotros preferiríamos denominarle equilibrio presupuestario. Nos explicamos.
El equilibro en las cuentas públicas no sólo es deseable sino beneficioso. De aquellos polvos del abandono de tan loable principio proceden los actuales lodos. Consiste simplemente en adecuar los gastos, o mejor las inversiones, a los ingresos generados. Como estos últimos tienen una relación directa con la actividad, se podrá invertir más cuanto más crezca una economía, o ahorrar para tiempos peores. ¿Y si no crece? Pues se invertirá menos. Excepciones a esta regla básica pueden darse cuando en esas épocas de bajo crecimiento o incluso recesión, la inversión pública -que no gasto, volvemos a recalcar-, debe sustituir a la iniciativa privada y sólo si se tienen garantías de que esa acción realmente producirá un incremento en la actividad (de ahí la importancia de que se trate de inversión y no de gasto) y se podrá devolver en el futuro gracias precisamente a ese crecimiento. Si no es así, no se debe romper la premisa básica.
La austeridad actual va más allá: dados los desmanes pasados, el reequilibrio sólo se puede conseguir gastando menos, mucho menos de lo que se ingresa. Si además nos encontramos en recesión, pueden imaginarse hasta qué punto hay que profundizar en los recortes.
Casi todo se reduce, por tanto, a crecer, por lo tanto hay que fomentar la actividad vía inversión, si es posible privada, para evitar cargar más sobre las maltrechas arcas públicas estos compromisos. El problema es precisamente la falta de dinero para invertir. ¿Cómo es posible que no haya dinero con las barras libres de liquidez del Banco Central Europeo? Pues porque esos fondos conseguidos por parte de las entidades financieras ha ido prácticamente en su totalidad a financiar el endeudamiento público, en lugar de prestar a empresas y autónomos, tan necesitados de esta inyección de liquidez. Esto es el llamado efecto crowding out que sólo se podrá solucionar cuando efectivamente lo público, el estado y sus políticos, pierdan protagonismo en la vida económica. Utopía.
En cualquier caso, ¿sería la solución incrementar la emisión de deuda pública, invertir para fomentar la actividad y así salir de este bache, tal y como propone algún dirigente del espectro político actual? En nuestra opinión no, por varias razones. Primero, porque sólo nos prestarán más dinero si hay confianza en su devolución; segundo porque, en el caso de que alguien esté dispuesto a prestarnos ese dinero, como no es segura la devolución por la desconfianza en el crecimiento de nuestra economía, nos exigirá mayor rentabilidad (a mayor riesgo, más coste para el emisor); y tercero, la razón fundamental es que ya se ha establecido un calendario, y modificado, de reducción paulatina del déficit público, y lo peor que se puede hacer actualmente es volver a cambiar nuestras propias reglas de juego, pues eso es lo que necesitan los perversos especuladores para atacar con mayor virulencia nuestros títulos de deuda pública.
Esos mismos políticos que propugnan el incremento del endeudamiento estatal, pero que a la vez cargan contra los mercados e incitan a su "desobediencia", están olvidando la relación entre esas dos afirmaciones.
¿Cuál sería la solución? Primero, seguir con el desapalancamiento de las finanzas públicas -buen camino el emprendido en España para eliminar gastos duplicados y superfluos en nuestras administraciones, veremos cómo se materializa-. Segundo, reducir la carga fiscal de emprendedores y empresarios, así como sus cotizaciones sociales a la contratación. No olvidemos que son ellos quienes crean empleo. Tercero, incrementar la renta disponible de la tan maltratada clase media, pues es ahí donde radica la clave de la generación de actividad. El fomento del consumo, la confianza en el futuro y la nueva demanda de bienes y servicios -por tanto justificación para crear nuevas empresas y nuevos empleos, además de negocio para las actuales- se encuentra en una gran y fuerte clase media. Si la ahogamos, no habrá dinero para financiar el famoso Estado de Bienestar. Por mucho que dirigentes de diversos agentes sociales crean que apretando más a la burguesía se solucionarían todos los problemas.
En cualquier caso, todo queda en manos de nuestros políticos europeos, con lo que solo hay una cosa segura, la solución tardará en encontrarse.

viernes, 29 de junio de 2012

Funcionarios y Empleados Públicos

Hoy he estado en una oficina de Bankia, no porqe tuviera cuenta allí, sino por pagar un recibo de una tasa municipal que sólo permite abonarla en esta entidad. Mientras esperaba, que ha sido bastante tiempo, junto con otros nueve clientes (se han llegado a acumular doce personas esperando realizar sus operaciones en caja), uno de los trabajadores de la entidad se dedicaba a escribir correos electrónicos particulares (si este sábado viene ti tía de visita, si luego tenemos que hacer una gran compra en el súper, ...). Lo he visto por cómo estaba diseñada esta oficina, un poco rara, en el que empleado da la espalada a quienes esperan y éstos pueden ver su "trabajo".
No es que no pueda madar mail personales, como era el caso, yo lo hago, pero ello no influye en mi trabajo. Me explico, yo, durante mis clases o mis tutorías no mando correos. Espero a terminar con mis "clientes" y, si hay muchos, por supuesto ni se me ocurre hacer nada que no sea atenderles.
Alguien puede pensar que Bankia es una entidad privada, pero ya no, recordemos que está nacionalizada y, por tanto, ese sueldo lo pagamos entre todos. No debe estar muy preocupado por su trabajo este señor cuando no atiende correctamente a la clientela, dejando un buen tiempo para que se piensen si hacen bien en seguir teniendo sus ahorros en esa entidad. ¡En fin, debe pensar que es funcionario mal entendido y que su puesto está asegurado!

Cambiando un poco de tema, aunque no el fondo, mientras esperaba he podido observar que en esta sucursal, supongo que al igual que en todas, había tres pantallas (televisiones) de plasma, en las que en forma de bucle se pasaban ofertas y noticias de la entidad. ¿Alguien se pregunta todavía dónde está el agujero de Bankia? Entre otras cosas, en este tipo de ostentaciones innecesarias.

martes, 10 de abril de 2012

Otra sanidad para ricos

La situación es crítica. Las soluciones están ahí, sólo hay que tener voluntad de llevarlas adelante (adelgazar la estructura administrativa inflada para nuestra capacidad de crecimiento. Véanse comunidades autónomas y municipios pequeños). Pero en lugar de eso, el actual gobierno cae en las mismas "ocurrencias" que el anterior. Ahora toca la propuesta de una sanidad o una educación diferentes, en función de tus rentas. Es decir, ahora ya no somos todos iguales, sólo unos pocos.
Pero veamos la realidad: ¿Alguien cree que ganando 100.000 euros, o incluso menos, al año, una familia acude a la consulta del ambulatorio de su barrio? ¿No es más real reconocer que esos ciudadanos están pagando un seguro privado? En definitiva, están aportando, vía impuestos revolucionarios, como el que más, pero  ... NO CONSUMEN SERVICIOS. Es decir que contribuyen a financiar la sanidad de otros que no pueden (o no quieren), pero el gasto de utilizar esos mismos servicios es mucho menor, cuando no inexistente. Son aportantes netos al sistema.
Pero es que en educación pasa exactamente lo mismo: esas rentas llevan a sus vástagos a la educación privada. Incluso muchos políticos, por no decir todos, incluidos los que se jactan de las bondades de la educación pública, que las tiene, llevan a sus hijos e hijas a colegios y universidades privadas. Por lo tanto, también están pagando mediante sus impuestos unos servicios de los que no se están aprovechando.
Eso es solidaridad, obligatoria, pero solidaridad al fin y al cabo. ¿Y ahora quieren que, en el caso de acudir, por las razones que sean, a esos servicios, se pague más?
NO, no es el camino.
Primero por el hecho de que esas rentas, como he comentado antes son aportantes netas al sistema, por lo que no hay que gravarlas más.
Segundo por que es un desincentivo a la responsabilidad (mejores puestos, con mayor responsabilidad, generan mayores ingresos), al trabajo y al esfuerzo (buscar otros trabajos que complementen los sueldos no es una buena medida visto lo visto por sus repercusiones).
No, es mucho mejor subvencionar y subvencionar, no sólo a los españoles, sino a todos los que por aquí vienen, de paso o ex profeso.
Lo lógico sería una racionalización de ese subvenciones: ¿Por qué tener traductores a todas las lenguas habidas y por haber en los ambulatorios por si acaso? Yo cuando me muevo a otro país no me traduce nadie y me tengo que buscar la vida. ¿Por qué sanidad gratis universal, y recalco lo de universal? Que paguen los que vienen aquí a operarse, con tratamientos más costosos, simplemente porque en su país sí que tienen que abonar cantidad. ¿Por qué operarse de cosas que no tienen la mayor importancia o no son de vida o muerte, pero sí suponen unos costes elevados? Los caprichos se los paga cada uno, si puede, que por algo son caprichos.
O en educación universitaria, que conozco bastante bien, ¿por qué subvencionar la matrícula de unos alumnos/as que luego no aparecen por clase? ¿No sería más racional ligar becas y ayudas al mérito y al esfuerzo? El principio del "café para todos", la política de la subvención para atar futuros votos, el despilfarro del dinero público que no es de nadie, la proliferación de parcelitas de poder (vénase autonomía y municipios) en las que el político de turno hace y deshace a voluntad (y es que el poder corrompe), ...Todo esto está llevando a la ruina a este país.
Ahí es dónde hay que atacar el despilfarro, además de aligerar la administración.
Claro, pero eso no les conviene, no.

miércoles, 4 de abril de 2012

Amnistía para los que defraudan

La propuesta del partido en el Gobierno de amnistiar fiscalmente a los defraudadores que mantienen dinero no declarado, fruto de operaciones opacas que no han tributado y, por tanto, no han aportado lo que debiera al bien común -se esté o no de acuerdo con las normas y con el destino de ese dinero para ese bien común-, no puede estar más equivocada.

Puede que la urgencia por recaudar dinero con el que "salvar" de alguna forma las maltrechas cuentas de la economía española sea vista como la justificación idónea para su aprobación. Pero no debe ser así.

La lacra del fraude fiscal debe perseguirse y la forma de hacerlo debe ser reduciendo impuestos.

Sí, bajando la presión fiscal, el incentivo para "ahorrarse" unos euros, escatimándoselos a Hacienda (que, por tanto, no somos todos, sólo algunos) será menor y, en el caso de que aún así alguno se lo piense, perseguirlo e imponer unas multas de gran cuantía, que hagan finalmente de total efecto disuasorio.

Ese es -debe ser- el único camino.

La tradición periódica española de las amnistías fiscales es perniciosa, incentiva negativamente el cumplimiento de la norma, genera más y más dinero negro y tiene unos efectos devastadores en recaudación, en servicios posibles a ofrecer y en el ánimo de los contribuyentes, que sólo maldicen la mala suerte que tienen por estar controlados por una nómina, que no les permite mucho margen ... ¡para defraudar!

miércoles, 28 de marzo de 2012

Para que fluya el crédito

Publicado en Diarioabierto.es, el 27 de marzo de 2012

El Gobierno está estudiando diferentes fórmulas para conseguir que el dinero que se supone tienen los bancos acuda al rescate de la actividad económica en nuestro país. No hay que olvidar que en una economía en crecimiento, la recaudación por impuestos sube, así como disminuye el gasto social vía menor número de desempleados.
La última propuesta en este sentido ha sido pedir a la banca que no reparta dividendos y que destine dicha cuantía a la concesión de préstamos. Sin entrar en cuestiones teóricas acerca de si, en los momentos actuales, se debe repartir o no dividendos a los socios que han aportado un capital y lo han arriesgado, buscando obtener cierta rentabilidad, en nuestra opinión, éste no es el camino.
El negocio tradicional de los bancos (que muchos de ellos no deberían haber abandonado nunca, lo que les hubiera evitado muchos problemas), consiste, de forma muy sencilla, en conseguir dinero, normalmente barato (véase en este sentido el 1% de la barra de liquidez del Banco Central Europeo) y dedicarlo a la concesión de préstamos y créditos a un tipo superior, consiguiendo como beneficio la diferencia entre el tipo cobrado y el tipo pagado por los recursos (el conocido como margen de intermediación).
Para esta concesión de préstamos, los bancos analizan el riesgo percibido de los clientes, esto es, si van a ser capaces o no, asignando probabilidades, de devolver el dinero prestado más los intereses. Es por ello que les resulta muy sencillo, de forma acentuada en los momentos actuales, prestar al Estado, vía compra de Deuda Pública, que destinar ese mismo dinero a financiar empresas -en dificultades y con un escaso mercado por la falta de consumo-, autónomos –con una alta tasa de morosidad- o emprendedores –con un alto nivel de riesgo-.
Seamos serios, la forma de conseguir que el dinero fluya a la economía productiva (estamos considerando que la Deuda Pública no lo es y en un alto porcentaje esta premisa se cumple) es dejando dicha economía productiva como la única posibilidad de inversión a los bancos. Lo que queremos decir es que si se reduce drásticamente el déficit público, incluso si se elimina, y si se deja de acudir al endeudamiento por parte del Estado (si realmente se hace un estudio y una reforma de las duplicidades o triplicidades de nuestras administraciones, por la vía del gasto todo lo anterior es posible, de verdad), los bancos casi estarán obligados a prestar a empresas y familias, pues será la iniciativa privada la única alternativa con la que contarán para invertir sus recursos y cumplir su función y ganar dinero.
Esto es simplemente el evitar lo que se conoce como efecto expulsión (crowding out) del sector privado respecto al público. ¿Una visión demasiado simplista? A veces lo complejo no es la solución, sino parte del problema.

martes, 7 de febrero de 2012

Reforma financiera, versión 2012

Publicado en El Economista el 6 de febrero de 2012
La mal llamada reforma del sistema financiero, versión 2012, establece como principal objetivo el conseguir que el dinero fluya hacia la inversión productiva y el consumo, favoreciendo la financiación de empresas, autónomos y particulares. De la misma forma, persigue la mejora de la confianza de los inversores, principalmente extranjeros, en nuestro sistema financiero, lo que facilitaría el acceso a los mercados de capitales de nuestras entidades, mediante la representación de la imagen fiel de sus balances.
Realmente, en este último punto, no se trata de una reforma propiamente dicha, pues se supone que los estados contables deben siempre reflejar la realidad patrimonial de las compañías, es decir, la legislación existente ya definía este requisito y ahora lo que se pretende es supervisar que realmente se está cumpliendo la norma.
En lo que se refiere a la mejora de la financiación de la economía real, presupone que las medidas tomadas, más exigentes en la dotación a provisiones de los créditos dudosos procedentes de los activos inmobiliarios e hipotecarios, generarán una liquidez provocada por la venta de activos, que las entidades dedicarán precisamente a esa financiación. Mucho suponer.
Primero, sí que es probable que las nuevas exigencias de provisiones genéricas y aún más las específicas, consigan aligerar los balances de inversiones hipotecarias de los bancos. Que ese descenso se traduzca en una rebaja de los precios de estos activos, aunque deseable, está todavía por ver.
Segundo, si se generan nuevos recursos de esta forma, las entidades disponen de varios destinos alternativos: Pueden, y deben, destinarlos a cumplir los nuevos requerimientos de capital impuestos por la Unión Europea y la propia legislación española. Es probable que destinen los mismos a adquirir deuda pública, ya sea porque es fundamental su participación para seguir financiando el déficit de todas nuestras administraciones, ya sea porque puede ser esta inversión menos arriesgada, relativamente, que hacerlo al sector privado, produciéndose el pernicioso efecto crowding out o de expulsión de la financiación productiva privada. O, por último, pueden dedicarlos a financiar empresas, nuevos proyectos y consumo, lo que revitalizaría la creación de empleo y la actividad económica, que es el objetivo perseguido mediante el compromiso que requiere el gobierno de las instituciones financieras por la responsabilidad social que este tipo de entidades tienen. Pero, ¿realmente la nueva financiación generaría crecimiento, o debe ser el propio crecimiento el que anime a bancos a financiar la iniciativa privada?
Dicho de otro modo, creemos que es en un contexto de crecimiento económico en el que los nuevos proyectos empresariales, o las actividades de expansión de las existentes, tienen más probabilidades de éxito, esto es menos riesgo y, por tanto, más factibles de financiarse.
Es por lo anterior que esta reforma queda escasa y es necesario complementarla con la reforma laboral y la de las administraciones públicas, profundizando no sólo en la reducción del déficit (disminuyendo sus necesidades de financiación y dejando más dinero para otras actividades más productivas), sino también en la austeridad de las cuentas públicas. Hay que eliminar la política de la subvención, en todos los ámbitos, y cambiarla por una mentalidad de esfuerzo. Dedicar recursos a sectores de mayor valor añadido e ir reduciendo la dependencia del empleo de sectores poco productivos.
Hay que mejorar el entorno económico para que las empresas se encuentren más dispuestas a seguir creciendo, a que los emprendedores se animen a poner en marcha sus ideas y que los consumidores no vean peligrar su puestos de trabajo (o mejoren sus expectativas de encontrar un empleo estable) para que consuman más. Y ahí entrarán las entidades financieras y su financiación en un entorno más favorable.
Y ya que estamos en la reforma del sistema financiero, ¿por qué dejar sólo a estas entidades el papel de financiar el crecimiento?, ¿por qué no mejorar el funcionamiento de otras entidades e instrumentos para que funcionen mejor y se dediquen precisamente a cumplir con su objeto? Nos referimos a la Garantía Recíproca, el Capital Riesgo en sus diferentes versiones, el Crédito Oficial o el Mercado Alternativo entre otras. Incluso pensar en otras alternativas innovadoras, pues es ahora cuando más necesaria resulta la innovación, ya que esta crisis requiere de soluciones novedosas para su superación.

lunes, 30 de enero de 2012

Es bueno revisar el objetivo de déficit

Publicado el 27/01/2012 en El Economista

Sea cual sea el ámbito en el que se utilicen y fijen los objetivos, éstos deben cumplir, entre otras, la condición de creíbles o alcanzables. Si esta premisa la trasladamos a los objetivos de déficit público establecidos para España y otros países con problemas por parte de la Unión Europea (véase Alemania), ésta no se verifica: incumplido ya el de 2011 y con bastante desviación, parece muy difícil de conseguirse los previstos de 4,4 por ciento para 2012 y 3 por ciento para 2013.

La razón es obvia, pero repasemos brevemente la situación. Para reducir el déficit (diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta, siendo este último de mayor cuantía), sólo existe maniobra para influir en el resultado por la vía de los ingresos o de los gastos, lógicamente.

En cuanto a los gastos, el Gobierno español ha dado pasos en la buena dirección al disminuir subvenciones (sería necesario incrementar el descenso en las mismas), reducir gastos superfluos o eliminar aquellos que no son totalmente necesarios. Aún queda camino, mucho, que recorrer, para conseguir la verdadera austeridad de las administraciones públicas, así como llegar a un funcionamiento verdaderamente eficiente a través de una reordenación total de la organización de lo público en toda España.

En la parte de los ingresos, el aumento de los mismos se puede conseguir a través de dos formas: bien subiendo impuestos, bien aumentando la base de personas y de cantidades que deben pagar las diferentes figuras impositivas. También es factible, de hecho es la mejor opción, realizar un uso combinado de ambas. La subida de impuestos ya se está realizando (no descartamos que haya más) y esta medida tiene de positivo la rapidez de su resultado. Sin embargo, es negativa en el sentido de que drena renta para consumo, que redunda en un menor gasto de personas y empresas y no dinamiza la actividad económica interior. Si a esto le sumamos la actual situación de recesión, esta medida no sólo no sería positiva sino que incrementaría la dificultad y el tiempo para salir de esta crisis.

Es por ello que lo lógico es actuar sobre la base de personas y cantidades. Si hay más contribuyentes, ganando más, los ingresos por impuestos aumentan. Por esta razón aún se le echa en falta al Gobierno, tal y como prometió antes de su victoria en las urnas, las medidas encaminadas a fomentar la actividad de empresas, autónomos y emprendedores, que lleve a incrementar el nivel de contratación, reduzca el número de parados (que además implicará menores pagos por prestaciones de desempleo) y mayores ingresos impositivos. El inconveniente de esta medida es la lentitud de su respuesta, primero porque son necesarias las manidas reformas estructurales (laboral, financiera, de la administración pública) y segundo, porque aun tomándose e implantando estas reformas, su traslado a la economía real se produciría paulatinamente en el tiempo. ¿Y tenemos tiempo?

Si se mantienen los objetivos de déficit impuestos por la Unión Europea y sus plazos correspondientes, no hay tiempo y la única solución es actuar sobre la recaudación impositiva a la castigada clase media, con los resultados más que previsibles de empeoramiento y contracción en el crecimiento español.

Adicionalmente, en esta situación, los mercados financieros estimarían la práctica imposibilidad de cumplimiento de estos objetivos, es decir, actualmente no son creíbles por inalcanzables, y los pérfidos especuladores atacarían nuevamente a la deuda española, con primas de riesgo de nuevo en máximos y apareciendo una zancadilla adicional a la posible recuperación al ser el dinero más caro para nuestro país.

Si se revisan esos objetivos, de forma consensuada, planificando los plazos según la situación real de partida, imponiendo un calendario exigente pero creíble, los mercados lo analizarían de forma positiva. Más aún si finalmente se ponen en marcha los verdaderos mecanismos de rescate necesarios para garantizar la estabilidad de todos los miembros de la Unión Europea.

Para nada valen las sanciones por incumplimiento de estos actuales objetivos, pues abundarían en el agujero de la recesión, incitarían el movimiento especulativo de los mercados y no llevarían más que a la afirmación de lo inválido que eran las premisas de partida.

El mundo cambia, también lo hacen las variables económicas, además por definición, y lo que deben hacer los gestores, los buenos gestores, es variar sus planteamientos para adaptarse a esos cambios. Eso es lo que de verdad valora el mercado.

viernes, 13 de enero de 2012

La hora de los valientes

Hace unos meses, el Fondo Monetario Internacional nos pedía la realización de más reformas y más valientes que las efectuadas hasta el momento. Esa es la clave: la valentía, pues es eso lo que necesita España.
Requerimos políticos valientes: aquellos que tomen las imperiosas decisiones en función de los intereses de España y no de sus partidos, con el objetivo de acabar de una vez por todas con la crisis y no con su particular fin último de conseguir ganar unas elecciones para permanecer en y/o acceder al poder. Políticos valientes que no traten a la ciudadanía como un rebaño de borregos y sean capaces de explicarnos porqué son esas las ineludibles reformas y, aunque sean dolorosas para todos, cómo son las únicas que se pueden llevar a cabo en estos momentos. Políticos valientes que tomen dichas medidas a pesar de que puedan tener una repercusión negativa en comicios posteriores. De verdad que pensamos que si se explicaran bien estas medidas, los españoles las comprenderíamos y esas consecuencias en el número de votos no serían las que en un principio creen.
Pero no acaban ahí los valientes necesarios. Precisamos de banqueros valientes: aquellos que apuesten por el tejido empresarial y, con la labor que se les presupone deben realizar, “arrimen el hombro” para salir de este agujero. No estamos pidiendo que sean osados o arriesgados -ese es el peor perfil que pueden tener estos profesionales (una de las causas que han originado la crisis presente)-, sino que sean capaces de, mediante propuestas y soluciones innovadoras, financiar proyectos empresariales que vuelvan a generar empleo y riqueza, para ellos, para los propios emprendedores y, por ende, para la sociedad en su conjunto.
Demandamos empresarios y emprendedores valientes: los que con el empuje y perseverancia que les caracteriza, pongan en marcha esos proyectos, esos negocios más o menos innovadores, que contraten para crecer, que se expandan fuera de nuestras fronteras, que busquen y generen su beneficio, pues si a ellos les va bien, a los trabajadores les irá bien y España se aprovechará de todo ello.
Solicitamos trabajadores valientes: que seamos capaces de, incluso rebajando un poco nuestras pretensiones-que no implica eliminar los derechos por los que todos hemos luchado-, trabajemos, y trabajemos más, y seamos más productivos, y seamos capaces de movernos de nuestras casas allá donde exista trabajo, cambiar de nuestro sector donde tenemos experiencia a otros donde debemos empezar prácticamente desde cero y, sobre todo, que no vivamos de subvenciones, ayudas o subsidios totalmente improductivos a medio y largo plazo.
Exigimos ciudadanos valientes: que todos seamos capaces de entender el momento dramático para muchos por el que estamos pasando y comprender que nadie nos va a solucionar este gran problema salvo nosotros mismos. Que estemos abiertos a sacrificios y esfuerzos y no sólo a exigencias, recriminaciones e indignaciones. Que trabajemos todos por este proyecto común que es España.
Basta ya de mirar al pasado y analizar cómo hemos llegado hasta aquí, o de quién ha tenido la culpa. Es el momento de mirar hacia delante, de “coger el toro por los cuernos” y de salir de este pozo entre todos. No somos optimistas, no somos buenistas, simplemente pensamos que es la única alternativa, no la mejor o la peor, sólo la única. Es la hora de los valientes.