Y es que
el más que probable ataque a Siria, justificado por el empleo de armas químicas
–calificada dicha utilización como de obscenidad moral por parte de John Kerry,
Secretario de Estado de EE.UU.-, tiene bastantes similitudes con la invasión de
Iraq, justificada igualmente por la existencia de armas de destrucción masiva, que
posteriormente nunca fueron encontradas.
Como en
aquella ocasión, Rusia, junto a otros países, argumenta que no hay pruebas del
empleo de ese tipo de armamento, la señala como mera excusa para
realizar la invasión, motivada por intereses económicos y políticos, y aboga
por una solución política al conflicto. Lógicamente aún desconocemos la verdad
en esta ocasión pero, en cualquier caso, lo que vamos a intentar analizar a
continuación serán las consecuencias económicas de un conflicto en esta región.
Más que
por la importancia de su producción de crudo, lo que hace relevante a Siria es
su situación geoestratégica, como punto de confluencia de diferentes oleoductos
de Oriente Medio, por lo que un conflicto armado elevaría (ya lo están
descontando los mercados) el precio del petróleo. Una subida que sería aún
mayor si Irán entrara en defensa de su socio, lo que ampliaría el problema a
toda la región (Israel incluido). Y mucho más si las advertencias de Rusia y China
acaban haciéndose realidad, con consecuencias mucho más graves en lo que al
comercio mundial se refiere.
No sólo
el precio del petróleo y, por su subida, la economía mundial se vería afectada
por el ataque sino que, por las pruebas de anteriores conflictos armados en la
zona, sabemos que éstos no son precisamente fuente de estabilidad, por lo que
los inversores de forma automática reducirían e incluso eliminarían su
exposición a activos arriesgados, tales como las acciones, con lo que la
espiral bajista en estos mercados sería igualmente una consecuencia esperada, aunque
nada deseable.
Precios
energéticos al alza, elevación de los costes por esta subida y práctica paralización
de la producción y el consumo, recuperación económica pospuesta, agravada
además por la menor movilidad de recursos financieros, temerosos por las
incertidumbres que se extenderían por todo el globo, … Todo lo anterior
supondría unas trabas adicionales a la incipiente recuperación económica
mundial pues, lo que parece más claro, es que el conflicto en Siria no
permanecerá ni mucho menos cerrado a dicho estado.
En
cualquier caso, muchas de estas incertidumbres dependen precisamente de que la
esperada pero no deseada intervención sea “breve y limitada” como así lo han
anunciado responsables norteamericanos, lo que no interrumpiría prácticamente
el flujo de crudo, y de que Siria no contraataque y sus aliados no intervengan,
pues ello provocaría una guerra abierta en todo el Oriente Medio y que el
precio del petróleo superase los máximos históricos de 2008. Y todos recordamos
lo que supuso esa subida del “oro negro” –junto a otras circunstancias
especialmente negativas-, y cuyas consecuencias, de hecho, seguimos sufriendo
desde entonces en lo que es ya la peor recesión desde la Gran Depresión de los
años 30. Ello sin pensar en los pronósticos de algunos agoreros que ven una relación
automática cada vez que la humanidad se encuentra en una grave crisis
económica: un conflicto militar mundial.
Volviendo
a la invasión de Irak de 2003, a nuestro Deja
vu, las principales consecuencias económicas en aquella ocasión fueron muy
similares a las ya señaladas. Entonces se produjo una crisis en EE.UU.
provocada por la extensión en el tiempo del conflicto, un aumento del gasto
fiscal por esta causa y un incremento de la inflación de la todavía primera
potencia mundial; la ya comentada subida de los precios de petróleo, que en
2003 provocó la explotación de combustibles como el bio-diesel, que provocaron
que se destinara más terreno a cultivar estos productos que los destinados a la
alimentación, con la consiguiente subida de los precios de los alimentos ya
conocida. Los beneficiarios de este conflicto fueron los productores de
petróleo, entre ellos Venezuela, que con esos petrodólares consiguió financiar
las campañas políticas de toda la región de Hispanoamérica.
En esta
ocasión podría fácilmente repetirse la historia.
Esperemos,
en cualquier caso, que las mentes decisoras se mantengan frías y que la vía
diplomática siga teniendo una oportunidad o, cuando menos, que de producirse el
conflicto, éste no se extienda y se mantenga circunscrito a la propia Siria
para que el mal sea “menor”.