Tras
el “Brexit”, Madrid ha iniciado una estrategia dirigida a atraer
multinacionales, organismos internacionales y entidades financieras de la
capital británica. El Gobierno regional está convencido de que Madrid reúne
todas las características para sustituir a Londres en su papel de centro financiero
de la Unión Europea.
Lo mejor para comenzar es definir lo que entendemos por
capital financiera. Podemos identificar una plaza como capital financiera de
importancia, a aquel emplazamiento que muestra una indudable capacidad para
atraer fondos hacia los distintos mercados en él ubicados. En nuestra opinión,
estos mercados financieros han de entenderse en sentido amplio, esto es, no
sólo los mercados de renta variable, divisas, renta fija, etcétera, sino
también los mercados bancarios, de forma que estos últimos ofrezcan sus
servicios financieros a clientes particulares y empresas, de forma que dichos
usuarios también generen una mayor importancia de la plaza como capital
financiera.
Precisamente en las líneas que siguen, vamos a repasar
mercados y clientes, haciendo una distinción entre particulares y empresas,
para conocer la importancia que Madrid tiene como capital financiera, así como
los pasos que en nuestra opinión podrían darse para incrementar su papel en este
área.
Una aclaración antes de entrar en materia: El análisis
del sector financiero en la Comunidad de Madrid sólo puede realizarse
apoyándonos y remitiéndonos en multitud de ocasiones a una visión nacional e,
incluso, internacional, como corresponde a un sistema financiero de los más
eficientes y avanzados.
Al igual que les ocurre a otras plazas financieras de
éxito, en Madrid se capta, gestiona y canaliza gran parte del ahorro y
cualquier movimiento financiero de otras regiones españolas, incluso también es
un centro de referencia a escala internacional.
Es por ello que muchas de las opiniones, ideas y
sugerencias que se muestran, aunque tienen la provincia de Madrid como
protagonista, se apoyan y conllevan efectos en todo el territorio nacional.
Los
mercados financieros de valores
En
lo que respecta a los mercados financieros, es indudable la evolución que ha
vivido el sistema financiero español en las últimas décadas, que ha hecho
situarse a los diferentes mercados de valores en los primeros puestos por
importancia en los volúmenes que gestionan. Además, prácticamente la mayoría de
mercados financieros nacionales han elegido Madrid como sede central de sus
actividades. Aunque hay que tener en cuenta que a consecuencia de la
globalización y el avance de las telecomunicaciones la importancia de radicar
un mercado en una u otra plaza vaya perdiendo paulatinamente importancia. Sobre
esto último, el territorio o la concentración territorial existente o deseable
en una plaza financiera hablaremos en un apartado posterior.
La Bolsa de Madrid, la más importante de las cuatro que
confluyen en nuestro país, y la Bolsa Española (mercado continuo), ubicada
físicamente en la capital de nuestra nación, ocupan en el ámbito europeo un
lugar preferente. Lejos de Londres, la city
o capital financiera por antonomasia junto a las de EE.UU. (wall street en Nueva York), pero
acercándose a los mercados de Francfort y París.
El crecimiento de estos mercados de valores se debió,
en un primer momento, a la rentabilidad ofrecida por los mismos gracias al
crecimiento de nuestro país, lo que atrajo inversores y capitales foráneos.
Este aluvión de fondos ayudó a mejorar la eficiencia, infraestructuras,
organización y calidad de los servicios que ofrecían estos mercados. De cara el
futuro, el aumento del papel, ya de por sí importante, de nuestros mercados de
valores en el ámbito europeo e internacional, sólo puede pasar por trabajar en
dos direcciones, ambas de “responsabilidad” perteneciente al Gobierno de la
Nación, pero que pueden, en cierto sentido, motivarse o facilitarse desde
Madrid.
Las decisiones que habría que tomar para incrementar el
volumen de los fondos que se invierten en los mercados domiciliados en Madrid,
procedentes no sólo de otras regiones españolas sino también de inversores
internacionales, estarían encaminadas a favorecer dicha inversión. Los fondos
financieros a escala internacional se mueven de unos destinos inversores a
otros en función, básicamente, de dos variables. La primera de ellas es la rentabilidad –que depende en gran
medida, por un lado, del riesgo de los activos en que se invierte, asociado al
país de referencia y, por otro, a una fiscalidad favorable a las plusvalías
generadas-.
En lo que se refiere a la rentabilidad de los activos,
en un primer momento, ya lo hemos comentado, se atrajo mucho capital por las
expectativas de beneficio que nuestros mercados presentaban. Se trataba de una
situación similar a la de los llamados mercados emergentes. Afortunadamente, la
promesa de crecimiento de España se ha visto ratificada y ahora ya forma parte
de las principales economías. Esto se ha visto reflejado, respecto a lo que nos
atañe, en la mejora de las instituciones financieras, la adecuación de la
estructura y organización de los mercados, el funcionamiento de los organismos
supervisores y reguladores que han provocado que los mercados sean menos volátiles.
O al menos igual de inestables que el resto de mercados pertenecientes a los
llamados países más desarrollados. Por ello, la rentabilidad ofrecida tampoco
se prevé que aumente por encima de la de estas otras plazas. Además, se trata
de otra variable sobre la que sólo se puede actuar de forma indirecta, siendo
muy complicada la valoración de los efectos que medidas puntuales pueden tener
sobre ella.
La otra variable sobre la que se puede trabajar para
atraer más fondos internacionales es la seguridad.
Nos estamos refiriendo a la confianza que debe tener un inversor para elegir
una plaza financiera a través de la que realizar sus inversiones, superior a la
de otras plazas.
Está claro que los mercados emergentes pueden ofrecer
promesas de mayor rentabilidad –también con un mayor riesgo asociado a dicha
inversión-, pero indudablemente generan una mayor desconfianza en el inversor,
puesto que la organización del mercado, sus infraestructuras y tecnología, así
como los organismos supervisores que velan por el cumplimiento de las normas y,
sobre todo, por la igualdad en la operativa para todos los inversores, pueden
no ser idóneas. Estas instituciones de cautela pueden no estar tan
desarrolladas como las que cuenta nuestro sistema financiero, y esa ventaja debe
ser aprovechada en nuestro favor.
Los organismos supervisores del sistema financiero
español son: Dirección General de seguros, Dirección General del Tesoro, Banco
de España y Comisión Nacional del Mercado de Valores, dependientes del
Ministerio de Economía.
La desconfianza de los inversores respecto de los
mercados financieros ha aumentado por escándalos recientes y operaciones no muy
claras, así como una mayor preocupación con relación al funcionamiento y
transparencia de los mismos. La voluntad de responsables políticos y de
gobiernos de reforzar los mecanismos de defensa y protección de los inversores
ha de ser firme. Es en este sentido, en el que cobran especial relevancia las
normas e instituciones creadas para la defensa de los intereses legítimos de
los inversores, como es el caso de los Protectores de los Inversores de las
Bolsas españolas, y también de las novedades aportadas al respecto por la
reciente Ley 44/2002, de 22 de noviembre, de Medidas de Reforma del Sistema
Financiero. En la misma dirección se encuentra la Mifid, directiva europea de Mercados de Instrumentos Financieros,
uno de cuyos aspectos más relevantes es la búsqueda de la mayor protección
posible de los inversores.
En estas normas se contempla, entre otras cuestiones,
la creación de Departamentos de Atención al Cliente de las entidades
financieras, el Defensor del Cliente y los Comisionados para la defensa de los
mismos. Su cometido ejecutivo es atender las reclamaciones de clientes
bancarios, inversores y partícipes en planes de pensiones, si bien su objetivo
último entronca con la consolidación de principios básicos para el desarrollo
eficaz de los sistemas financieros modernos: la transparencia, la seguridad y
la confianza.
Otras actuaciones que se podrían desarrollar a la hora
de fomentar la inversión en los mercados españoles serían, por un lado,
mantener la tendencia iniciada en nuestro país hace ya algún año, de
integración de los mercados financieros españoles que dejara los mismos en una
situación lo más competitiva posible y, por otro, fomentar dicha integración en
el contexto europeo, añadiéndonos a las iniciativas ya existentes que dotarán
nuestros mercados de mayores ventajas.
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