lunes, 30 de enero de 2012

Es bueno revisar el objetivo de déficit

Publicado el 27/01/2012 en El Economista

Sea cual sea el ámbito en el que se utilicen y fijen los objetivos, éstos deben cumplir, entre otras, la condición de creíbles o alcanzables. Si esta premisa la trasladamos a los objetivos de déficit público establecidos para España y otros países con problemas por parte de la Unión Europea (véase Alemania), ésta no se verifica: incumplido ya el de 2011 y con bastante desviación, parece muy difícil de conseguirse los previstos de 4,4 por ciento para 2012 y 3 por ciento para 2013.

La razón es obvia, pero repasemos brevemente la situación. Para reducir el déficit (diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta, siendo este último de mayor cuantía), sólo existe maniobra para influir en el resultado por la vía de los ingresos o de los gastos, lógicamente.

En cuanto a los gastos, el Gobierno español ha dado pasos en la buena dirección al disminuir subvenciones (sería necesario incrementar el descenso en las mismas), reducir gastos superfluos o eliminar aquellos que no son totalmente necesarios. Aún queda camino, mucho, que recorrer, para conseguir la verdadera austeridad de las administraciones públicas, así como llegar a un funcionamiento verdaderamente eficiente a través de una reordenación total de la organización de lo público en toda España.

En la parte de los ingresos, el aumento de los mismos se puede conseguir a través de dos formas: bien subiendo impuestos, bien aumentando la base de personas y de cantidades que deben pagar las diferentes figuras impositivas. También es factible, de hecho es la mejor opción, realizar un uso combinado de ambas. La subida de impuestos ya se está realizando (no descartamos que haya más) y esta medida tiene de positivo la rapidez de su resultado. Sin embargo, es negativa en el sentido de que drena renta para consumo, que redunda en un menor gasto de personas y empresas y no dinamiza la actividad económica interior. Si a esto le sumamos la actual situación de recesión, esta medida no sólo no sería positiva sino que incrementaría la dificultad y el tiempo para salir de esta crisis.

Es por ello que lo lógico es actuar sobre la base de personas y cantidades. Si hay más contribuyentes, ganando más, los ingresos por impuestos aumentan. Por esta razón aún se le echa en falta al Gobierno, tal y como prometió antes de su victoria en las urnas, las medidas encaminadas a fomentar la actividad de empresas, autónomos y emprendedores, que lleve a incrementar el nivel de contratación, reduzca el número de parados (que además implicará menores pagos por prestaciones de desempleo) y mayores ingresos impositivos. El inconveniente de esta medida es la lentitud de su respuesta, primero porque son necesarias las manidas reformas estructurales (laboral, financiera, de la administración pública) y segundo, porque aun tomándose e implantando estas reformas, su traslado a la economía real se produciría paulatinamente en el tiempo. ¿Y tenemos tiempo?

Si se mantienen los objetivos de déficit impuestos por la Unión Europea y sus plazos correspondientes, no hay tiempo y la única solución es actuar sobre la recaudación impositiva a la castigada clase media, con los resultados más que previsibles de empeoramiento y contracción en el crecimiento español.

Adicionalmente, en esta situación, los mercados financieros estimarían la práctica imposibilidad de cumplimiento de estos objetivos, es decir, actualmente no son creíbles por inalcanzables, y los pérfidos especuladores atacarían nuevamente a la deuda española, con primas de riesgo de nuevo en máximos y apareciendo una zancadilla adicional a la posible recuperación al ser el dinero más caro para nuestro país.

Si se revisan esos objetivos, de forma consensuada, planificando los plazos según la situación real de partida, imponiendo un calendario exigente pero creíble, los mercados lo analizarían de forma positiva. Más aún si finalmente se ponen en marcha los verdaderos mecanismos de rescate necesarios para garantizar la estabilidad de todos los miembros de la Unión Europea.

Para nada valen las sanciones por incumplimiento de estos actuales objetivos, pues abundarían en el agujero de la recesión, incitarían el movimiento especulativo de los mercados y no llevarían más que a la afirmación de lo inválido que eran las premisas de partida.

El mundo cambia, también lo hacen las variables económicas, además por definición, y lo que deben hacer los gestores, los buenos gestores, es variar sus planteamientos para adaptarse a esos cambios. Eso es lo que de verdad valora el mercado.

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