Bomberos pirómanos
Publicado el 18/10/2011 en El Economista
Aún no se conocen en su totalidad las líneas maestras del plan de recapitalización de la banca europea que mantiene en vilo a estas entidades. Y precisamente son los principales encargados de mantener la calma y generar confianza en los mercados los causantes de avivar el fuego de la incertidumbre.
El pasado fin de semana, Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, señaló que los países miembros de la Unión están cerca de un acuerdo sobre un “plan muy serio” para reforzar las entidades financieras y ayudar a contener la crisis fiscal, sin indicar nada concreto y dejando los detalles para los próximos días. Pero está siendo esta tardanza en la toma de decisiones, como ha ocurrido en muchas ocasiones anteriores, una nada desdeñable fuente de riesgos y tensiones.
Esas tensiones vienen provocadas por lo que se va revelando en cuanto al contenido de esa “hoja de ruta”. A saber, que la Autoridad Bancaria Europea planea incrementar las exigencias de capital en el conocido como Tier 1 (fondos propios de máxima calidad) hasta el 9%; que el tratamiento de la deuda soberana no va a computar en esta partida, pues se baraja cierta devaluación para estas carteras; que el momento para recapitalizar puede que no sea el más oportuno; y que cada vez parece más probable la implantación de una tasa a este tipo de instituciones.
En primer lugar, el momento, no es el más oportuno por dos razones: por la propia recapitalización de las entidades financieras, que deben acudir a un mercado poco líquido, con falta de recursos financieros y en el que van a encontrar serias dificultades para acceder a nuevos fondos en condiciones “normales” de coste. Además, el competir en el mercado por liquidez para financiar los nuevos requisitos de capital detraerá esta liquidez al resto de empresas no financieras (grandes, pymes y autónomos) en un momento en que lo ideal fuera que cumplieran su objetivo fundamental, financiar la actividad productiva, tan necesitadas como están todas las economías por incrementar su crecimiento.
La rebaja de la ponderación como capital básico de la deuda soberana, haciendo que estos títulos no computen como de máxima solvencia tampoco es baladí. Primero, porque se trataría de cambiar las reglas del juego una vez comenzada la partida. No hay que olvidar que muchas entidades han comprado deuda de sus respectivos estados, ayudando a financiar los déficit, pero con la contrapartida de no tener que provisionar una poco probable devaluación de sus valores, pues siempre se han considerado como activos libres de riesgos. Además, en la mayoría de las ocasiones y más en los últimos meses, esta financiación no ha sido realizada de forma voluntaria. Si esto finalmente se produce, muchas entidades no ayudarán a financiarse a los países, al menos no de forma estrictamente voluntaria, lo que complicaría aún más la situación.
Y sobre la tasa a las entidades financieras, pues más de lo mismo. Ya lo hemos comentado en ocasiones anteriores: se incrementarán los costes de financiación de los clientes de activo de la banca (o se disminuirá la rentabilidad de los clientes de pasivo), pues esta repercutirá en sus operaciones todos los conceptos de coste, con el resultado de constreñir aún más el crédito, no sólo porque no haya dinero, que no lo habrá, sino porque el que exista será más caro.
Y si el anterior panorama fuera poco desalentador, una “reputada” agencia de rating acaba de anunciar que el sistema financiero español lo va a pasar aún peor. Cuestión que a tenor de lo comentado parece lógico, aunque eso sí, ahora ya oficial.
La verdad es que existirá mucha gente que esté contenta de que los bancos lo pasen mal, pero si este tipo de entidades atraviesan por dificultades, peor lo pasarán el resto de agentes (empresas no financieras, autónomos y familias). Aquí habría que aplicar una máxima: si quieres que todo –en una economía- funcione, que funcionen los bancos, que les vaya bien (como institución, no a sus gestores), pues eso movilizará recursos, inversión y, por ende, crecimiento.
Si realmente se quiere acabar con todos los problemas, en lugar de complicarle la vida a los bancos con más regulación (lo que hay quehaceres mejorar la supervisión), la solución está muy clara: eliminar el déficit público. Lo difícil en este caso, ya no es cómo hacerlo, sino que quien debe poner las medidas necesarias se atreva a hacerlo.
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