martes, 3 de septiembre de 2013

Más emprendedores. Y más empresarios


Publicado en el periódico El Economista el 2 de gosto de 2013.

No sólo por la tan esperada y comentada Ley de Emprendedores que el Gobierno ha aprobado recientemente, sino por la proliferación en los últimos meses del protagonismo de estos personajes y todo lo relacionado con ellos, a todos los niveles, en todos los medios de comunicación, ha surgido también la cuestión de si no estaremos creando una burbuja de emprendimiento. En mi opinión es que sí, que tenemos una burbuja, aunque matizo a continuación.

Parece que la solución a todos los males que nos afectan es fomentar el emprendimiento. Y estoy de acuerdo con que parte de la salida puede, debe, ser esa. Pero estábamos llegando a unos niveles de incluso fomentar el autoempleo, es decir, que cada persona que se encontrara sin trabajo, creara una actividad que le proporcionara los recursos necesarios para su supervivencia. Desde luego eso reduciría la escandalosa cifra de desempleo en nuestro país, así como la indignante tasa de los jóvenes, amén de otras repercusiones beneficiosas para las arcas públicas, tan necesitadas. Pero esa no es la vía: primero, porque cuando uno emprende una aventura empresarial por el motivo de necesidad, la calidad de ese emprendimiento no suele ser muy elevada, lo que se traduce en una alta mortandad por parte de los negocios así creados, esto es que desaparecen muchas si no todas de las organizaciones generadas. No en vano suele tratarse de individuos menos formados, con puesta en marcha demasiado rápida de ideas poco contrastadas con el mercado y que, por tanto, la única seguridad es que pronto desaparecerán.

Segundo, no es lo que necesita España, o más concretamente, el tejido empresarial español. Es verdad que las empresas pequeñas pueden existir, como es lógico, pero sólo si se trata de especialistas de nicho, de líderes en su segmento.

En los últimos meses, las pocas noticias económicas positivas que se conocen son las cifras de comercio exterior. Las exportaciones crecen, la competitividad exterior de las empresas españolas aumenta, el grado de internacionalización de nuestras corporaciones se incrementa. Y ahí está la cuestión, en las corporaciones, de un tamaño razonable, y no en las microempresas (autoempleo).

Una característica diferenciadora de nuestro tejido empresarial respecto al de otras economías de nuestro entorno es el elevado 95,5% de microempresas (Retrato de las pyme 2013. Subdirección General de Apoyo a la pyme). Consecuencia: la aventura exterior para las empresas pequeñas es muy complicada, a pesar de las bondades y flexibilidad que puedan aportar Internet o las nuevas tecnologías en general a este proceso.

Lo que necesita España es tener un tejido empresarial más concentrado, tener menos pymes y más compañías grandes, con capacidad de dirigirse al mercado global. Lo que debe hacer el gobierno es no sólo fomentar el emprendimiento (siempre seré un defensor de estas medidas), sino ayudar a que las empresas busquen complementariedades y sinergias, que se posicionen en el desarrollo de nuevos productos y servicios, que den entrada en sus organizaciones a las nuevas tecnologías. Necesitamos innovación. Y también innovadores, intraemprendedores, o emprendedores internos en las compañías.

Lo que necesitamos son emprendedores, pero también empresarios. Esta distinción que sólo se aplica en al ámbito académico para distinguir a las empresas en estados iniciales (y, por cierto, qué diferentes connotaciones tienen ambas para otras personas, muy positiva una y tan negativa otra), me sirve para abundar en la idea que he pretendido señalar: no necesitamos emprender por emprender, sino crecer para competir globalmente.

miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Está marcando Irlanda el Camino?

Publicado en El Economista, el 19 de marzo de 2013


En el actual debate acerca de si la existente situación económica en la zona euro se debe solucionar mediante más medidas de austeridad, o si, como se estaba empezando a sopesar (véase en este sentido “Es bueno revisar el objetivo de déficit”, El Economista, 27 de enero de 2012), sería conveniente centrarse en el crecimiento, viene la realidad irlandesa a aportar más argumentos para la discusión.

Irlanda ha colocado recientemente con bastante éxito sus emisiones de bonos a largo plazo. Incluso a un tipo de interés menor al que lo hace el estado español o incluso el italiano. Con ese auténtico triunfo, los inversores han dado su visto bueno a las medidas tomadas y al resultado obtenido, e incluso valoran la posibilidad de que, a finales de este año, termine su dependencia del rescate europeo. Incluso, como ha dicho Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg Bank "Irlanda podría salir del programa de rescate en el momento que quiera". En este sentido, está cumpliendo las condiciones impuestas por el Banco Central Europeo para acogerse al programa de compras de bonos (Outright Monetary Transactions ,OMT), como es el hecho de recuperar el acceso al mercado de bonos.

Su economía está creciendo, lentamente (para este año, las previsiones de la Comisión Europea contemplan un crecimiento del 1,1% para la economía irlandesa), pero eso ya es bastante mejor si lo comparamos con otros países de la misma región (sólo Estonia y Malta lo harán mejor). El empleo está creciendo igualmente (aunque la cifra de paro sigue siendo muy abultada, ya ha bajado claramente del 15%) y eso está atrayendo de nuevo a la inversión extranjera. Además, todo lo anterior lo está consiguiendo sin tener que abandonar sus compromisos de cumplimiento del déficit impuesto para los próximos ejercicios. No en vano, lo que buscan los inversores no es otra cosa que seguridad y previsibilidad en las economías europeas para volver a tener confianza en ellas.

¿Debe seguirse entonces el ejemplo de Irlanda? Salvando las diferencias con otros países rescatados (Grecia y Portugal), ya que la deuda de Irlanda no se situaba en un nivel exagerado en los momentos previos al colapso bancario, eso posibilitó la puesta en marcha de medidas que no cumplían a rajatabla con una austeridad absoluta, sino más bien se podían calificar de equilibradas en cuanto a buscar la recuperación sin arruinar el crecimiento por la vía de los recortes exagerados.

Y eso es lo que muchos responsables políticos y expertos economistas ven ahora como lo más acertado: la austeridad debe llevarse a cabo, sí, pero a un ritmo más moderado de lo que se ha hecho hasta ahora, manteniendo ese balance entre los objetivos presupuestarios y la necesidad de crecer, ayudando a que el dinero fluya de forma eficiente en las economías.

Frente al control del déficit a toda costa de las primeras etapas de la crisis de la eurozona, aunque sin olvidar los ajustes (como la reforma de la administración pública), muchos de ellos ya realizados, conducentes a que las economías incrementen su productividad, puede haber llegado el momento en el que se deje espacio para políticas estimuladoras de la actividad.

La instrumentación de este cambio de tendencia se debería realizar mediante la relajación de los objetivos a cumplir de déficit para el presente año y ejercicios posteriores. Eso provocaría un parón en los recortes en partidas sensibles (Educación y Sanidad), aunque deberían producirse ajustes de gasto para conseguir que las diferentes administraciones y su entramado societario se convirtieran realmente en eficientes. Adicionalmente se debería estimular la actividad mediante la rebaja de impuestos que aumentara la renta disponible de los consumidores y mejoraría la cifra de negocio de las empresas. Así sí que se estimularía la aparición de nuevos emprendedores que crearan empleos: nadie crea una empresa en un erial, sino en un mercado con potencial de crecimiento.

jueves, 17 de enero de 2013

La banca gana... ¿es malo?

Publicado por El Economista el 17/01/2013

Recientemente, los reguladores internacionales reunidos en Basilea, Suiza, acordaron rebajar las exigencias de liquidez que las entidades financieras deben mantener. Lo primero que hay que decir es que las reglas emanadas por este organismo, el Banco de Pagos Internacionales, más conocido por sus siglas en inglés (BIS), no tienen fuerza ejecutiva hasta que cada país lo incorpora a su entramado legislativo, cosa que en Europa se realiza con bastante rapidez, al contrario que en EEUU, donde la lentitud de adaptación a estos compromisos es palpable.

Esa liquidez bancaria se mide a través de los activos que las entidades tienen y que pueden ser vendidos rápida y fácilmente (sin pérdida) de forma que les permita hacer frente a una inesperada retirada de depósitos por parte de la clientela. Con estas nuevas relajadas reglas, para cumplir con la ratio de cobertura de esta liquidez sería posible utilizar títulos de renta fija de una calificación crediticia más baja (peor o con mayor riesgo de crédito), e incluso acciones o títulos de renta variable, a priori con mayor riesgo de liquidez y de precio.
Adicionalmente, se prorroga el tiempo para cumplir con dichas exigencias, ampliándose hasta el primero de enero de 2019, frente al plazo anterior, que finalizaba en el mismo día pero de 2015.
La noticia puede generar controversia ante el clamor popular de que los bancos paguen por sus errores del pasado y por su responsabilidad en la crisis presente. En esta línea, el castigo para sus accionistas sería el tener que destinar parte de sus recursos a activos líquidos, por definición poco rentables, pero que representen gran solvencia, como forma de asegurar que una crisis como la actual no se vuelva a producir.
Sin embargo, la medida inicial podría ir en contra de otra premisa que en la actualidad está cobrando mayor relevancia: conseguir que las economías vuelvan a la senda del crecimiento. Todos los recursos que los bancos destinen a cumplir los requerimientos de liquidez y solvencia son recursos que no se destinan a los préstamos a empresas, autónomos o particulares, en definitiva a la inversión y consumo, que por definición no son líquidos.
Es normal y muy comprensible que todos aquellos que nos ponemos en el lugar de las víctimas de las malas prácticas bancarias y las propias víctimas podamos ver inapropiadas estas nuevas regulaciones (más cuando se observa que las ayudas financieras también tienen como destino los bancos y no los que peor lo están pasando: las personas).
Pero la labor que ahora se presenta ineludible es hacer ver a estas personas que, tal y como está estructurado el sistema financiero a nivel internacional, la única vía para salir de este atolladero de la recesión es contar con el papel de los bancos. Otra cosa será idear un nuevo modelo que evite estas situaciones, pero que sólo se puede diseñar e implementar cuando el problema se haya resuelto.
El debate que debería surgir tras todo lo anterior es si con esta medida únicamente se puede conseguir recuperar el crecimiento económico o, mejor dicho, qué otras acciones deben implementarse para alcanzar este objetivo. Cualesquiera que sean las decisiones, han de ir en la dirección de no disminuir aún más la renta disponible de consumidores y empresas por la vía impositiva, relajar en el calendario los ajustes o recortes necesarios para hacer competitiva nuestra economía y, de una vez por todas, acometer la verdadera reforma de la Administración Pública.
En cualquier caso, cinco años después del estallido de la crisis, la banca gana. Ahora queda esperar que hayan aprendido de sus errores, ayuden a generar crecimiento y su victoria no sea especialmente algo malo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

¡Esto es un cachondeo!

Estoy hasta las narices de lo mal que funciona, casi todo, en este país. Y la justicia no es igual para todos. Los políticos, banqueros, grandes empresas, etc., no la cumplen sistemáticamente.
Por ejemplo, llevamos ya una semana en casa sin calefacción (es eléctrica) porque Gas Natural Unión Fenosa vino a hacer "no sé qué" en el contador y nos ha dejado sin podernos calentar.
Hemos tenido que irnos de nuestro propio domicilio, alquilar una casa (y no me la alquilan por días claro, y como no sé cuándo se va a solucionar ...), para evitar que mi niño de tres años enferme, y la respuesta es que eso no es urgente, que pueden tardar hasta 15 días o más. Y luego tu tardas 15 días en pagarles y te meten en un listado de morosos. La justicia no es igual para todos.
Hemos puesto una reclamación en la Cosejería de Inductria de la Comunidad de Madrid, pero: primero, se la trasladan a Gas Natural Unión Fenosa y pueden tardar hasta seis meses en responder (luego no soluciona nada), segundo, sólo sirve para trasladar reclamaciones o quejas, por lo que el servicio en sí no sirve para nada (ya lo sabía por un caso anterior, pero esto lo corrobora), salvo para dar trabajo de mover papeles a unos cuantos funcionarios, tercero, sólo en el caso de que algún técnico (nadie de la CAM ha ido irá a revisar o comprobar el problema) lo considere, se lo pondría una infracción, pero conociendo la justicia, ya sé dónde quedará esa multa, si la hay.
Por nuestra parte hemos incurrido ya en varios costes: el electricista que vino a casa para cmprobar que nuestra instalación estaba bien y no era culpa nuestra; el depósito por el alquiler de la csa a la que nos hemos tenido que mudar (aunque no sea urgente para Gas Natural Unión Fenosa, para nosotros no tenr calefacción con un niño de 3 años en diciembre sí es un problema), y los meses (espero que no muchos pero hasta la fecha no se conoce el desenlace) que tendremos que estar fuera.
Y si luego lo quisiera recuperar, costes de abogados, procuradores, tasas, fiscales, jueces, etc... para una justicia un poco lente y que seguramente no sea ni justa.
En fin, que cada vez cobra más fuerza la opción de irnos fuera de España a vivir y que se financien medinte los impuestos de otros políticos, cargas adedo, maleantes de la carcel viviendo con calefacción, vagos, vividores de subvenciones, estafadores, corruptos y demás, que la lista es mucho más larga.
Decía alguien que quien hablara mal de España era un delincuente. Los delincuentes son los que nos hacen hablar mal de España con razón.

martes, 11 de diciembre de 2012

¿A quién creer?

Publicado en todas las cabeceras del grupo VOCENTO (Diario Montañés, Norte de Castilla, Diario de Extremadura y Las Provincias), el 11 de noviembre de 2012.

La cuestión ya no es si debemos creer más lo que uno afirma, y que se contradice con las declaraciones de otro. El asunto es que los políticos, en general, van a un ritmo completamente diferente al de empresas y consumidores y, por tanto, su visión de la realidad no se ajusta plenamente a lo que cualquier mortal “padece”.
La anterior afirmación viene al hilo de escuchar esta misma semana declaraciones de responsables políticos de diferente pelaje como Almunia o De Guindos, en el sentido de que la crisis ya está siendo superada, argumento que se contradice con algunos datos como el crecimiento negativo (recesión para entendernos, porque crecer de forma negativa resulta bastante complicado) que sufre España, o las previsiones de algún servicio de estudios de una entidad financiera que señalan a un incremento en el número de parados (y en nuestra opinión, todo el mundo puede comprender que si eso se acaba finalmente produciendo, no será indicador de nada bueno).
Está claro que, en la mayoría de las ocasiones, los políticos intentan vendernos una realidad edulcorada, seguramente para que no suframos, apoyando esos argumentos, siempre positivos, en algunas estadísticas que -como no todo puede ir mal- muestran señales de recuperación. Pero no dejan de ser más que eso, señales, que no nos guiarán al final del abismo si no se siguen realizando las reformas oportunas, algunas tímidamente iniciadas (mercado laboral, sector financiero), otras a la espera de acometerse (administración pública, o en plural, si lo prefieren).
De ahí la afirmación del tempo diferente del político que, eso, intenta ganar espacio al calendario para ver si todo se soluciona por el mero paso de los días, frente al resto de las personas o empresas, a las que el día a día les consume y sólo quieren una solución, inmediata, a sus problemas.
Pues nosotros no nos creemos ni a uno ni a otro, porque además nos da igual. Y ese es nuestro consejo para todos. Lo que tenga que ser, será. Y da lo mismo si ahora estamos saliendo o seguimos entrando. Lo importante es lo que cada uno de nosotros podemos hacer para que nuestra situación personal mejore y, desde ahí, que todo el país salga adelante. Sólo con un esfuerzo y un cambio de actitud por parte de todos, la recuperación / salida / salvación / crecimiento, será posible.
Es la hora de los políticos valientes, de los empresarios arriesgados (que no osados), de los trabajadores decididos. ¿Nos creen?

jueves, 22 de noviembre de 2012

En un mundo ideal ...

En un mundo ideal, Papá Estado ejercería como tal y, buscando lo mejor para el futuro de sus retoños, les reduciría la paga para que “se buscarán la vida”: se reduce la prestación por desempleo en su cuantía, no en su duración, que de hecho se incrementaría, salvo excepciones, de forma que el aliciente no fuera cobrar el paro, sino buscarse los ingresos suficientes para acomodarlos al nivel de vida que cada uno desee.
En un mundo ideal, los trabajadores no pagarían la pensión del jubilado, sino que cada uno crearía su fondo de pensiones –público y/o privado- y cobraría en su retiro en función de lo aportado a esa hucha propia: pasamos de un sistema de reparto (que es un sistema piramidal) a otro de capitalización, mucho más justo y sostenible.
En un mundo ideal, la política no sería una carrera, sino un premio a una vida profesional llena de éxitos que daría como resultado la llamada de tu país para que cada uno aplicara su experiencia en beneficio de todos, que sería una honra para esa persona y que no respondería a la misma para enriquecerse, sino porque es un orgullo poder estar en esa situación: los políticos con esa motivación no se guiarían por un calendario electoral y unos objetivos únicos de mantenimiento de la poltrona.
En un mundo ideal, si los gastos del Estado se redujeran (porque las prestaciones por desempleo y pensiones anteriores son menores o inexistentes; porque el gasto suntuario e innecesario de políticos, asesores, interinos, senadores, muchos –o todos- sobrantes, desaparece; así como una administración única que tuviera menores costes que 17 estructuras que no aportan eficiencia al sistema; y muchas cuestiones similares más), se ajustarían los ingresos públicos, procedentes en su mayoría de impuestos, a ese menor gasto, de forma que se reducirían drásticamente.
En un mundo ideal, las entidades financieras se dedicarían a su labor de conseguir que la mayor cantidad de dinero ahorrada estuviera a disposición de todos aquellos que lo necesitasen con las mejores condiciones posibles, funcionarían como un sector auxiliar de la economía real y no buscarían, especulando, crear riqueza donde no existe: reforma del sector financiero encaminada a que todas las entidades financieras se dedicaran a lo que es su negocio tradicional, o al menos separando dichos negocios tan diferentes para evitar el contagio entre ellos.
En un mundo ideal, con unos consumidores con mayor renta disponible por la reducción de su carga impositiva, buscando activamente trabajo si no lo tienen, adaptándose a las exigencias del mercado y trabajando en cualquier lugar (movilidad geográfica), casi de cualquier cosa (movilidad funcional, no se asusten), la demanda crecería, lo que haría que unas empresas menos ahogadas por trámites y tasas, en ese mundo ideal, intentaran aprovechar ese incremento del mercado contratando más gente (lo que implicaría que ese “trabajar casi de cualquier cosa” estaría correctamente remunerado a las exigencias y cualificación requerida por el puesto); o incluso se crearían nuevas empresas por parte de esos emprendedores con visión que intentarían aprovechar las nuevas oportunidades, aquí o en cualquier lugar del mundo, porque en ese mundo ideal, los trámites, financiación y bonificaciones estarían encaminados a facilitar ese proceso.
¡Qué pena que todo esto, y algunas cuestiones más, sólo queden en el mundo de las ideas!

jueves, 8 de noviembre de 2012

Un paseo en bici

Aunque mi primera intención al crear este blog era no sólo centrarme en cuestiones económicas (así lo atestigua el nombre del blog), la verdad es que el día a día no me lo ha permitido. Sin embargo, enmiendo mediante esta entrada este error y prometo subsanarlo más a menudo en el futuro.

Crónica de la Salida Oficial del Club Ciclista Hortaleza del 8 de enero de 2012
¡Feliz Año a todos!
Aunque no ha sido la primera ruta oficial del año, sí que se ha constituido como aquella en la que más compañeros hemos salido en este principio de año, aproximadamente unos veinte. Los primeros kilómetros se han aprovechado para hablar de los objetivos y metas que nos planteamos para esta nueva temporada. Palabras como “Quebrantahuesos”, “Lagos” o similares, han sido muy escuchadas en los primeros minutos. Éstos también han servido para conocer últimas novedades de las vidas de nuestros compañeros y, en este sentido, hemos conocido la pésima noticia sobre nuestro amigo Jesús. Desde aquí le enviamos un fuerte abrazo y mucho ánimo, para él y toda su familia.
Sin olvidarnos de él, pasamos a temas menos transcendentes y comentar la crónica de la etapa. Y la verdad es que es muy fácil: fuimos a Valdetorres y volvimos. Estas últimas salidas están siendo un poco monótonas en cuanto al recorrido, llano como es normal por las alturas de la temporada en la que nos encontramos. Pero como no creo que me dejen mis compañeros que esta crónica se acabe aquí, vamos a repasar, desde mi punto de vista –que es la cola del pelotón- algunas incidencias.
Nada más salir del túnel de Barajas-Paracuellos, tras esos minutos de cortesía que he comentado anteriormente, el ritmo empieza a subir. Nos vamos acomodando a nuestro lugar natural dentro del grupo, pero justo antes de comenzar la autovía, Manuel Aguilera pincha (una rueda, se entiende, que Manolo es muy fiable). Aunque lo avisa, así como otros compañeros, con la finalidad de que se reduzca la marcha y pueda reintegrarse más fácilmente en el pelotón, los sordos continúan a buen ritmo, mientras que los que vamos mejor de oído levantamos el pie. Aunque pensándolo bien, no lo teníamos que haber hecho, pues en cuanto se le cambió la rueda, la “locomotora Manolo” se puso en marcha y, como un rodillo, pasó por encima de mí dejándome descolgado en su afán, muy loable, de alcanzar al grupo cabecero. Tonino, que pensando que la reparación iba a ser más lenta, paró a hacer “sus cosas”, también se quedó descolgado conmigo. Afortunadamente, el conductor eterno, Sebas, muy pendiente de estos detalles, aceleró para avisar de esta situación al grupo de Manolo, que muy amablemente nos esperó. En ese momento, con sólo dos grupos (no es habitual este grado de concentración), comenzó la persecución. Los buenos, por delante, no sé si por condescendencia o porque sí, levantaron la marcha y, poco antes de terminar la autovía, el pelotón agrupó a todos sus elementos. Buen ritmo, muy bueno, hasta que giramos en el cruce de Torrelaguna y allí me vuelvo a quedar (esto es la factura de los kilos de estas fiestas que me harán pagarla en incómodos plazos de, como mínimo, cuatro salidas oficiales), para, en la subida a Valdetorres hacer un dúo muy dinámico con Paulino hasta llegar al merecido desayuno. Allí una agradable sorpresa en forma de visita de Jesús. Nos abrazamos y nos interesamos por él. Quedamos para tomar una caña cuando finalicemos la etapa y nos subimos de nuevo a la burra.
La vuelta no tuvo ningún incidente gracias a Dios. Fue muy rápida, eso sí, y todos al llegar a la caña comentamos la media tan alta que habíamos conseguido. Aunque con alguna disparidad, una media de 31 km/h, que para mí es un logro.
Jesús nos puso al día de su situación. No hay que dar más detalles. Con el ánimo un poco alicaído, invité a los que se quedaron por mi cumpleaños y nos despedimos hasta la próxima salida, con el mismo recorrido que ésta pero seguro que con otras anécdotas muy interesantes para todos los amantes (y sufridores) de este deporte de la bici.
Un fuerte abrazo a todos.