Es sólo mi
opinión y, por lo tanto, subjetiva, pero a mí, los fondos garantizados no me
gustan. Pero para justificar esta afirmación tengo que presentar algunas
razones. A continuación presento brevemente algunas.
En primer
lugar, las comisiones de este tipo de fondos suelen situarse en la banda más
alta de las instituciones de inversión colectiva, es decir, de otro tipo de
fondos.
Emplean
derivados en sus estrategias, lo cual ni es bueno ni malo en sí mismo, puesto
que son el mecanismo utilizado para conseguir aprovecharse de las posibles
revalorizaciones del mercado en el que invierten, pero su complejidad es
utilizada a la hora de comunicar la estrategia de inversión para ofrecer menor
detalle, menos claridad y, en muchos casos opacidad.
Los plazos
de inversión que hay que cumplir para tener derecho a la garantía –que, además,
en algunos casos no representa el 100% de la inversión- son bastante dilatados
(de tres a cinco años, como mínimo), y ello para obtener una rentabilidad
bastante pobre, lo cual es otra de las desventajas de este tipo de fondos
(véase en este sentido la información facilitada por Inverso a nivel global).
La verdad
que se esconde tras los garantizados es que invierten mayoritariamente en
títulos de renta fija (hasta un 90%) y el resto en derivados sobre índices
bursátiles. Si invirtiéramos directamente nosotros en renta fija, estoy seguro
que tendríamos mejores resultados y con menos comisiones que estos fondos
garantizados.
Como
siempre, una fantástica campaña de publicidad ha hecho subir la popularidad y
la contratación de estos productos, pero la mayoría de ellos no son la panacea
que nos quieren hacer creer.
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